Por Javier Agustín Contreras. Publicado en ContraRéplica.

La vida sigue su camino y México no avanza. Eso podría decirlo don Antonio Velasco Piña, escritor y abogado, al ver que los mexicanos nos rehusamos a transformarnos, que la nueva mexicanidad sigue en el limbo y atrapada en una utopía.

México, como país, ha cambiado: la espiritualidad y el reconocimiento del papel que juegan las mujeres y los grupos indígenas para el desarrollo nacional son una realidad. Hoy tenemos a una mujer presidiendo la administración pública federal, y en unos pocos meses será un descendiente de los pueblos originarios quien encabece el Poder Judicial.

Velasco Piña estaría realmente confundido, ya que muchos de los sucesos que deberían despertar la conciencia colectiva ya se están dando, como lo plasmó en su libro La mujer dormida debe dar a luz, mostrando una epifanía clara de cómo ciertos hechos podrían incidir en los cambios de perspectiva y en la comprensión profunda de lo que es ser mexicano.

Mas los acontecimientos de las últimas semanas han dejado en claro que el cambio solo es de imagen y no de fondo, como se puede observar con las desafortunadas declaraciones de Hugo Aguilar Ortiz; virtual presidente de la Suprema Corte de Justicia; quien ha establecido su rompimiento con la justicia del pasado a través de los símbolos, al determinar que él no vestirá la toga tradicional del Poder Judicial, ya que ésta es un precedente del elitismo y la corrupción del anterior sistema judicial. Un discurso alejado de la realidad y la razón, dado que el uso de esta indumentaria tiene un fin claro.

Las declaraciones del próximo ministro no suman, pero sí entretienen a quienes disfrutan de la polarización social y de la creación de una “verdad” a través del discurso transformador y manipulador de las masas, lo cual para muchos es políticamente correcto al alinearse a esta narrativa de nacionalismo e integridad de la 4T.

Parece entonces, que todo quedó en las letras de una novela y en el sueño de un visionario que deseaba profundamente que el totalitarismo del PRI del siglo XX fuera desterrado para dar paso a una democracia. Muchos vieron en el 2018 un proyecto en la Cuarta Transformación, la cual se proponía alcanzar una justicia social real, extirpar la corrupción y regenerar un nacionalismo productivo y orgulloso. No obstante, los sistemas y mecanismos utilizados en el ejercicio del poder solo han replicado muchas de las prácticas del pasado (priista), bajo una piel aparentemente mestiza, tatuada, donde se lee claramente el pensamiento de quien hoy gobierna: “el populismo es poder y el poder es absoluto” … no se comparte.

Por eso, la pregunta para todos es inevitable: ¿acaso no hay forma de que la conciencia colectiva despierte y tome las riendas del futuro de México?

Los indicios de que este país tiene una gran inercia por regresar a las políticas del pasado son cada vez más evidentes, al no existir ni oposición ideológica que genere proyectos o propuestas para lograr procesos democráticos, ni lealtad hacia los ciudadanos de aquellos que juraron servir a la nación.

Demos un paso adelante. La nueva mexicanidad no puede seguir siendo una ilusión de un escritor, atrapada entre mitos y simulación política. No basta con la creación de nuevos símbolos o con los cambios en la historia; se necesita un compromiso real y asumir conscientemente la verdad de nuestro pasado, para iniciar la reconstrucción de la nación con madurez, mediante una acción ciudadana que exija y cumpla, con ética pública y justicia social, no con paternalismo. Solo así podremos dar a luz a una nación verdaderamente libre y plural, digna y con mirada al futuro, sin violencia ni censura.

Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integridad Ciudadana AC, Contador Público, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC