Por Iván Arrazola Cortés. Publicado en Etcétera.
El presidente López Obrador en reiteradas ocasiones ha dicho que la corrupción es el principal problema que padece México por eso prometió desde que era candidato a la presidencia de México combatirla hasta acabar con el problema, lo haría barriendo las escaleras de arriba hacia abajo, que no haría milagros, pero él solo terminaría con la corrupción, también mencionó que no puede haber pueblo pobre y gobierno rico, que la misión de su gobierno era terminar con la corrupción y la impunidad, pero por los resultados hasta ahora vistos esa lucha la ha perdido o en todo caso las cosas no han salido como esperaba.
Para el presidente cuando se publican las cifras sobre corrupción en México o sale a relucir algún escándalo de los miembros de la 4T siempre encuentra excusas o reservas, el problema no es la clase política que él ha formado, el problema es el mensajero que siempre tiene un interés oculto para tratar de desestabilizar a su gobierno, dos hechos ilustran la forma en la que el presidente procede cuando se trata de corrupción: los resultados de Transparencia Internacional y el escándalo de Layda Sansores.
Transparencia Internacional difundió los resultados de su estudio sobre la corrupción en el mundo, ubicando a México en el lugar 128 de 180 países con 31 puntos. El presidente desestimó el resultado indicando que la institución carece de calidad moral ya que calificó muy bien a los gobiernos anteriores.
El presidente apela a la memoria corta de la ciudadanía, pero habrá que recordar que el mejor resultado que ha obtenido México en estas mediciones se dio en el sexenio de Peña Nieto, con 35 puntos en el 2014 y también la más baja con 28 puntos en el 2018, resultado muy lejano al 100 que es la calificación máxima a la que aspira cualquier país que se considera libre de corrupción mientras que 0 indica que es un país en extremo corrupto. El mejor resultado que ha tenido López Obrador es de 31 puntos, en realidad México ha vivido estancado en resultados que rondan una calificación de 30 y que en el sexenio de López Obrador no ha sido la excepción, lo que confirmaría el fracaso de su política anticorrupción o los escasos resultados.
Continuando con su estrategia de deslegitimar cualquier dato que no le conviene a su gobierno, el presidente señaló que no confía en las organizaciones que miden la corrupción y pregunta en una de sus mañaneras ¿Qué respeto le puedo tener a esa organización que supuestamente combate la corrupción y está a favor de la Transparencia?, el mandatario acomoda su discurso a modo, Transparencia Internacional no combate la corrupción, la mide, recomienda políticas, pero son los Estados los encargados de implementar las medidas para erradicar la corrupción.
Para el presidente no es necesaria ninguna institución u organización que mida o alerte sobre corrupción, su voluntad y su palabra son suficientes para decretar que su propósito se ha cumplido “acabar con la corrupción como no se hacía en décadas”, no es necesario ningún estudio o investigación “lo que hace falta es no permitir la corrupción” como él lo ha hecho remató el presidente.
Señala el presidente «Si el Presidente es corrupto, los secretarios van a ser corruptos”, posiblemente esto no quedó claro para miembros prominentes de la 4T que no predicaron con el ejemplo como su líder. En días recientes fueron revelados videos en los que personajes ligados a Morena y que actualmente forman parte del equipo de gobierno de Layda Sansores, recibían dinero en efectivo previo a la elección en que Sansores resultaría electa como gobernadora de Campeche, cuando se les cuestionó a las personajes que aparecían en los videos dieron respuestas dubitativas, dijeron que ese dinero en efectivo sería para apoyos que se le entregarían a las personas, que era para el pago de derechos y que también formaba parte de ampliaciones presupuestales.
Pero como en cualquier escándalo de corrupción en los tiempos de la 4T el responsable no es el que recibe el dinero, el responsable es el medio que difunde la información, Sansores señaló directamente a Televisa por la transmisión de los videos, mencionó que esos videos se grabaron en la época que Alejandro Moreno era gobernador de Campeche y no durante el proceso electoral y lo único que buscan es crear un “montaje”, exhibir una “mentira”.
Mario Delgado, dirigente de Morena, apoya la teoría del montaje, dice el dirigente “parece que son videos que ya tienen mucho tiempo, donde las personas que ahí aparecen tenían otros cargos, incluso estaban en otros partidos y pretenden mostrarlo como si fueran tiempos de campaña”.
Pero el hecho evidente es que hay dos funcionarios que ahora trabajan para Morena y una senadora del mismo partido, que reciben dinero en efectivo y que no son capaces de comprobar más allá de su palabra por qué ese dinero llegó a sus manos y cómo lo gastaron. Tampoco la gobernadora aclara los desvíos de recursos que se rebelan en conversaciones reveladas por el semanario Proceso en las que su sobrino habla de facilidad con la que él y su esposa desviaron recursos de la administración de Alejandro Moreno para financiar la campaña electoral de la hoy gobernadora.
Hoy lo que queda claro es que la palabra del presidente no se corrobora en los hechos, esa es la verdadera simulación, su supuesta lucha contra la corrupción queda solo en palabras, cada que salta a la luz pública un caso de corrupción es cuestión de tiempo para armar el montaje y responsabilizar al medio que difunde la información, que lo único que busca con sus revelaciones es desestabilizar al gobierno de la 4T, descarrillar la transformación. La debilidad de los sistemas de rendición de cuentas tanto de los congresos como de las fiscalías hace imposible que este tipo de delitos se puedan castigar, pero seguramente en algún momento saldrán a relucir los excesos de los que moralmente se presumen superiores, pero que en la práctica son iguales, aunque no estén dispuestos a aceptarlo.
Iván Arrazola es analista político y colaborador de Integridad Ciudadana. @ivarrcor