Por Manuel Cifuentes Vargas. Publicado en Etcétera.

Poder Ejecutivo provisional de transición con aroma republicano

Ya decíamos en otro momento que como consecuencia de la inconformidad del espíritu republicano que existía en contra del emperador Agustín I, la cual se agudizó por la clausura del Congreso Constituyente el 31 de octubre de 1822, ésta se canalizó en la sublevación de Antonio López de Santa Anna empuñando el Plan de Veracruz, complementándose con la de los firmantes del Plan de Casa Mata, por lo que el emperador presenta su abdicación el 19 de marzo de 1823 al trono de México ante el Congreso. El Constituyente no aceptó esta decisión personal y, en su lugar, declaró la anulación del título imperial el 8 de abril siguiente. Asimismo, anunció que la nación quedaba en la más absoluta libertad para constituirse como mejor le conviniera. 

También señalamos que un 19 de mayo de 1822 Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México, y el día 21 del mismo mes y año, al realizar el correspondiente juramento solemne ante el propio Congreso Constituyente adoptó, conforme a la parafernalia majestuosa, el distintivo regio de Agustín I.  pero después de diez meses de gobierno imperial, abdica al mismo. Curiosamente un día 19 es ungido emperador y renuncia al trono igualmente un día 19. De los dos imperios que ha tenido México, éste fue el más corto, pues no duró ni un año.

Traigo nuevamente a propósito estas fechas para apuntar que, si bien es cierto que el emperador restableció el Congreso por decreto del 3 de marzo de 1823 y que éste se instaló hasta el día 7 de ese mes, todavía ni se creaba, reunía ni daba su veredicto la comisión, pues la instituyó el seno del Constituyente el 5 de abril, para conocer y dictaminar la renuncia del emperador y, aunque ya lo  hubiera traído en mente, menos se determinaba la anulación que hizo el pleno al título aristocrático monárquico, lo cual aconteció hasta el día 8 de abril. No obstante, adelantándose a este último hecho y habiendo formalmente aún emperador, el 30 de marzo de 1823 creó un Supremo Poder Ejecutivo Provisional de transición, el cual quedó constituido mediante el formato de un triunvirato compuesto por tres titulares y tres suplentes, con el fin de transitar del Imperio a la República.  

Sobre el particular, hay que anotar que los nombramientos recayeron en Pedro Celestino Negrete, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo como titulares, y Mariano Michelena, Miguel Domínguez y Vicente Guerrero como suplentes. Cabe señalar, que el primero de los titulares; esto es, Pedro Celestino Negrete, siempre había sido gente de la confianza del emperador, pues fue miembro de la comisión negociadora que mandó Iturbide a dialogar con los firmantes del Acta de Casa Mata de 1º de febrero de 1823 del ejército imperial iturbidista que comandaba José A. Echavarría, a la cual terminó adhiriéndose, en tanto que los dos restantes titulares y el tercer suplente de este Ejecutivo colegiado, formaron parte del movimiento original de insurrección etiquetado con el Plan de Veracruz del 6 de diciembre de 1822. 

Quizá se pensó que para la conformación de este Poder Ejecutivo Provisional, era más saludable políticamente y bueno en ese momento para el país, hacer una combinación de los dos bandos de la lucha armada para procurar la reconciliación y unidad política en estos sus primeros pasos del país, toda vez que para su mala fortuna, los “empezó con el pie Izquierdo”, como dice la voz popular. 

Como ya se dijo, el Congreso se reinstaló formalmente el 7 de marzo de 1823, pero sin el quorum legal para sesionar. Este se alcanzó hasta el 29 de marzo y el 30 de ese mes nombra al Ejecutivo Provisional compuesto por un triunvirato, todavía sin analizar la renuncia del emperador; y sin embargo, como escribe José Luis Soberanes, “… declara haber cesado el poder ejecutivo de México existente hasta ahora desde el 19 de mayo del año anterior”, y “… ni siquiera quisieron mentar el nombre de Agustín de Iturbide y mucho menos el cargo que ellos mismos le dieron y en multitud de ocasiones ratificaron de manera tácita con la forma como lo trataron: ‘emperador’ ”. Ese mismo día se acordó que el Poder Ejecutivo se integraría con personas nombradas por el Congreso, formándose una comisión que propusiera “… la denominación, número de integrantes, tratamiento y demás detalles para el desempeño de las funciones de este colectivo.”. Más adelante añade que “en ese momento, no cabe duda, el Congreso Constituyente había dado su voto por la república.”  

Agrega el mismo Soberanes que “… por no hallarse presentes en la capital los otros dos integrantes, el propio Negrete pidió se nombrasen dos suplentes, …” al día siguiente, 1º de abril, se presentó Pedro Celestino Negrete a rendir el juramento, y en esa misma sesión se nombró a los dos suplentes, en las personas de Mariano Michelena y Miguel Domínguez, rindiendo también el juramento respectivo. “Más adelante, por necesidades de la gran movilidad que tenían los integrantes del gobierno, en su calidad de jefes militares, se tuvo que nombrar un tercer suplente, que recayó en Vicente Guerrero.” 

Sobre este último apuntamiento, y con esto me veo obligado a interrumpir por el momento el hilo de la exposición al adelantarme unos años, algo que me genera extrañeza es que Vicente Guerrero, habiendo sido uno de los dos que sembraron la primera semilla sobre la consumación de la Independencia nacional y uno de los tres pilares de la consagración de la misma, quizá no haya sido valorado realmente en todo lo que valía, toda vez que en el primer gobierno que se instauró una vez que fue proclamada ésta, no ocupó puestos importantes de primer nivel al independizarse el país, de no ser su mando militar en el sur, ni después aparece entre las principales figuras en el breve Imperio antes de que se sumara al Plan de Veracruz  enarbolado por López de Santa Anna, como tampoco durante el aún estado fetal de la República, pues en el Poder Ejecutivo Provisional de transición que se instituyó entre el ocaso del Imperio y el nacimiento de la República, no fue nombrado titular del mencionado Poder Ejecutivo colegiado, sino tercer suplente y, por las circunstancias que asienta soberanes, fue  de última hora, y eso “de chiripa”, como dicen en el rancho, por lo que, por poco, y nuevamente se queda sin un cargo relevante. ¿A qué se habrá debido?  

Tampoco fue el primer presidente constitucional una vez establecida formalmente la República, sino el vicepresidente de Guadalupe Victoria, sin que pretenda quitarle sus bien ganados mérito. Si bien fue candidato a la Presidencia de la República en el siguiente periodo, no fue electo para el segundo periodo de gobierno, sino que quien resultó elegido fue Manuel Gómez Pedraza, pero que al ser desconocido su triunfo electoral por el Congreso por el malestar político militar que se generó, el mismo Congreso designó a Guerrero como presidente constitucional. 

Hay que resaltar que su propio vicepresidente, Anastasio Bustamante, se reveló contra él hasta que logró que lo destituyera el propio Congreso que lo había ungido; declarándolo, además, incapaz para gobernar. Ya declarado Bustamante presidente por el Congreso, que por cierto poco le duró el gusto, lo persigue y ordena lo fusilen. Al cesar del cargo a Bustamante tiempo después, el Congreso, ahora sí, designa a Gómez Pedraza presidente constitucional de la República. Pudo haber sido el segundo presidente, pero finalmente el tiempo lo colocó en el cuarto presidente del infante país.  “Que cosas tiene la vida” dice la canción.  

Este primer Congreso Ordinario de la era de la República, siguió los mismos pasos del primer Congreso Constituyente el cual coronó y descoronó a Iturbide, pues ese órgano legislativo inviste a Guerrero y después lo quita de la Presidencia de la República; luego hace lo mismo con Anastasio Bustamante, y a Gómez Pedraza primero no lo reconoce como presidente y después lo nombra como tal. 

Sobre estos pasajes turbulentos del novel país, el unas veces testigo y en otras actor de estos acontecimientos, como lo fue en sus buenos primeros años de actuación Antonio López de Santa Anna, narra en sus memorias que “la elección del segundo presidente constitucional en el año de 1828 fue ruidosa. Don Manuel G. Pedraza, ministro de la Guerra, sin antecedente alguno que lo favoreciera, aspiraba a la primera magistratura en competencia con el candidato del pueblo, el antiguo patriota general do Vicente Guerrero, y valiéndose de maniobras irregulares y del influjo que el puesto que ocupaba le daba, consiguió sobreponerse a su competidor, alcanzando de las legislaturas un voto más. Al triunfo inesperado del ministro siguió el despecho y la desesperación y consiguientemente la revolución.

“En esos días desempeñaba yo el gobierno del Estado de Veracruz, y viéndome grave de situación procuré conservar el orden; más nada bastó a tranquilizar los ánimos: un movimiento era inevitable. En obvio de males y para no verme envuelto en el torbellino que se preparaba, me adherí a las pretensiones del pueblo, quien pedía que don Vicente Guerrero fuera declarado presidente constitucional de la República (y participa en el golpe de estado que lleva a Guerrero a la presidencia con el Plan de la Acordada JLC)

“Tres meses me vi precisado a rechazar los ataques de los partidarios del ministro, quienes en venganza pusiéronme fuera de la ley; pero el movimiento popular tomó tan grandes proporciones que al pretendiente le dio miedo y desapareció embarcándose disfrazado para los Estados Unidos. Restablecida la tranquilidad, la Cámara de Diputados se ocupó de la cuestionada elección, y con toda libertad declaró presidente constitucional al general don Vicente Guerrero, el deseado del pueblo.”  

Retomando el objeto principal de nuestra exposición, traemos otra vez a escena a López de Santa Anna, quien dice que “la nación en absoluta libertad eligió sus representantes, en cumplimiento de la convocatoria expedida por el Supremo Poder Ejecutivo provisional, quienes expresaron libremente la voluntad de la nación. Instalado pues un Congreso constituyente, después de serias discusiones, dictó la Constitución de 1824, sancionada y publicada por el gobierno provisional; las provincias, con el dictado de Estados soberanos, libres e independientes, y las franquicias que la ley fundamental les concedió, quedaron satisfechas. Los nuevos votaron para presidente de la República al antiguo patriota don Guadalupe Victoria.” 

A este Poder Ejecutivo Provisional, ya en los últimos momentos de su existencia, le tocó publicar el “Acta Constitutiva de la Federación Mexicana” del 31 de enero de 1824 y de la “Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos” del 4 de octubre de 1824. Solo hay que subrayar que de los seis integrantes de este triunvirato, entre titulares y suplentes, siempre hubo tres firmantes en ejercicio de titulares en cada ordenamiento supremo constitucional. El único que no aparece firmando ninguno de los dos, fue Pedro Celestino Negrete. ¿Andaba de Comisión?

Con la elección del 10 de octubre de 1824 y toma de posesión de Guadalupe Victoria como el primer presidente constitucional de la nueva República Mexicana, formal y automáticamente se extingue este Poder Ejecutivo Provisional, al cumplir con éxito la función y periodo para el que fue llamado. Y como luego decimos en el barrio, en ese momento “colgó los tenis”. En esta ocasión la palpitación de campanas fue por la expiración de este benigno Poder Ejecutivo, pero también por el ínclito amanecer de un nuevo Estado y Gobierno, el de la República Federal. Esta fue la primera gran transformación del país, apenas en su infancia.     

MANUEL CIFUENTES VARGAS

Doctorante en Derecho por la UNAM.