Por Javier Agustín Contreras Rosales. Publicado en ContraRéplica.

En el complejo panorama político que vive hoy nuestro país, con la confrontación de los poderes de la unión y las reformas exprés que se están realizando con la finalidad de dar por terminado el cambio de régimen, la sociedad civil y los partidos que representan a las minorías juegan un papel crucial en la construcción de la endeble democracia en la que vivimos. Aunque se perciben como pequeños grupos, los actores políticos que conforman el bloque de las minorías deben desarrollar la capacidad para articular los acuerdos que apuntalen a la democracia representativa y generen consenso con la ciudadanía, que los convierta realmente en una mayoría representativa.

Los partidos de minorías no solo representan a aquellos que son escépticos ante los planteamientos del actual gobierno y su partido hegemónico, sino que también abogan por quienes no han manifestado su interés en los sucesos que se viven, ya sea por hartazgo o indiferencia. Lo que sí es seguro en estos momentos es que ellos son los decisores del camino que tome el país. En un sistema democrático, donde cada voz cuenta, su existencia desafía la noción de que solo las mayorías numéricas pueden influir en la política.

Si bien se han unido y formado coaliciones, los cuatro partidos pueden amplificar su impacto si son coherentes y responsables, manteniendo al espíritu que los fundó. No debe de olvidarse que la diversidad de perspectivas que aportan enriquece el debate político y permite que se tomen decisiones más informadas y equitativas. Es momento de aprovechar el discurso oficial, estableciendo estrategias de comunicación que arrebaten la agenda pública de manera orgánica, evitando la desinformación como la manipulación. Así, su lucha no es solo por su propia representación, sino por un sistema que refleje la pluralidad de la sociedad; es momento de levantar la voz y establecer que ellos también representan al pueblo.

La realidad es que, cuando se suman de forma correcta las diversas voces y el objetivo de estos partidos a favor de un México democrático, se revela una gran mayoría: la mayoría que busca un equilibrio de poderes, donde todas las voces tengan un lugar en la mesa. Esta representación auténtica es esencial para la salud de cualquier democracia; sin embargo, a veces parece que a los líderes de los partidos se les olvida. Recordemos que en la diversidad radica la verdadera fortaleza de la democracia participativa y representativa.

Que no se crea que el voto es un cheque en blanco que se puede utilizar de forma indiscriminada a favor de un gobierno, partido o político; el voto es un mandato que establece las obligaciones de los mandatarios, y ésta comienza con el respeto a la Constitución y los tres poderes que emanan de ella.

Por lo tanto, el trabajo y obligación fundamental que los partidos que hoy representan a la mal llamada oposición deben buscar su transformación para lograr la consolidación de una sociedad donde todos; independientemente de su origen; tengan la oportunidad de ser escuchados y representados.

En última instancia, su contribución a la política no solo beneficia a sus bases, sino que enriquece a toda la sociedad. Es momento de trabajar e incidir de forma inteligente en el desarrollo de la nación.

Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integridad Ciudadana AC, Contador Público, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC