Por Iván Arrazola Cortés. Publicado en ContraRéplica.
El destape es una práctica tradicional de la política mexicana que tiene sus raíces en el siglo XX, particularmente durante el régimen hegemónico del PRI. Consiste, esencialmente, en hacer públicas las aspiraciones de una persona para contender por un cargo de elección popular, siendo la presidencia de la República el puesto más simbólico y relevante dentro de esta lógica.
Históricamente, el destape presidencial no solo marcaba el inicio informal de la sucesión, sino que también revelaba el respaldo del aparato institucional y del presidente en turno, quien ejercía una influencia determinante en la selección del candidato. Aunque esta práctica ha evolucionado con la alternancia democrática, no ha desaparecido del todo.
Actualmente, el destape ha adoptado formas más abiertas y mediáticas. Las aspiraciones políticas se hacen públicas incluso antes del inicio del periodo electoral oficial, muchas veces a través de plataformas institucionales o desde los cargos públicos que ostentan los aspirantes. Así, se recurre a giras de trabajo, eventos informativos o procesos internos partidistas que, en realidad, funcionan como campañas anticipadas.
Un ejemplo reciente ocurrió durante la sexta asamblea de la Coordinación Nacional de Autoridades Municipales de Movimiento Ciudadano, celebrada en Monterrey, coincidiendo con el 31º aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. En ese contexto, su hijo, Luis Donaldo Colosio Riojas, fue ovacionado al grito de “¡Presidente!” mientras pronunciaba su discurso.
En su mensaje, el exalcalde de Monterrey criticó el estado actual de la oposición, a la que calificó como “desgastada, sin rumbo y atrapada en su propia inercia”, y llamó a su partido a dejar atrás el diagnóstico y enfocarse en las soluciones: “La gente no espera que le digamos qué está mal, la gente ya lo sabe; lo que espera es que le digamos qué sigue”. Asimismo, lanzó una crítica directa al gobierno federal encabezado por Morena, al que acusó de actuar con soberbia y de debilitar las instituciones democráticas del país.
Colosio Riojas representa uno de esos casos en los que un apellido se convierte en legado, símbolo de esperanza y también en una responsabilidad por lo que significa el personaje para la historia del pais. En su discurso, reafirmó esa herencia al señalar que México necesita “un país donde la política esté al servicio de la gente, y no al revés”.
Sin embargo, su figura encarna más una expectativa que una realidad consolidada. Aunque genera simpatías en sectores que buscan una alternativa a los bloques tradicionales, Colosio enfrenta una disyuntiva crucial: ceder ante los vítores de “¡Presidente!” —con todas las implicaciones e incertidumbres que eso conlleva— o bien optar por la prudencia, fortalecer su experiencia política y construir una propuesta seria y coherente.
En este contexto, Movimiento Ciudadano no parece ofrecer un terreno fértil para su proyección. Su actuación en el proceso electoral de 2024 dejó muchas dudas. La renuncia anticipada de Samuel García a la candidatura presidencial, la espera fallida por Marcelo Ebrard y, finalmente, la elección de un candidato emergente como Jorge Álvarez Máynez —más identificado por su estrategia de marketing que por una propuesta de fondo— evidencian una dinámica de improvisación y frivolidad dentro del partido.
Ante ello, cabe preguntarse: ¿sobre qué bases puede Colosio Riojas construir una candidatura sólida? Movimiento Ciudadano ha recurrido de manera excesiva a la mercadotecnia para posicionarse electoralmente, pero ha carecido de una propuesta política estructurada. Para una figura como Colosio, esta carencia representa más un obstáculo que una plataforma de crecimiento.
Por otra parte, su posible candidatura a la gubernatura de Nuevo León tampoco parece el camino más viable. La gestión de Samuel García ha dejado una imagen deteriorada en el estado, y los señalamientos por presuntos desvíos de recursos podrían derivar en investigaciones futuras. En ese escenario, surge otra pregunta clave: ¿estaría Colosio dispuesto a marcar distancia, e incluso enfrentar políticamente, a uno de sus principales aliados?
Si bien su apellido le otorga visibilidad, su presencia política nacional aún es limitada. Su paso como legislador ha sido discreto, y su gestión como presidente municipal de Monterrey no ha tenido gran proyección fuera del ámbito local. En un contexto donde el oficialismo ha concentrado el poder y debilitado la pluralidad política, la voz de Colosio aún no logra destacar ni posicionarse con claridad.
Frente a este complejo panorama, Luis Donaldo Colosio Riojas se enfrenta a un dilema: elegir entre asumir un liderazgo real dentro de su partido, construir un proyecto sólido y ganar experiencia política; o dejarse arrastrar por la euforia simbólica de su apellido y los gritos de “¡Presidente!”, apostando por campañas con música pegajosa pero carentes de fondo. En este último caso, corre el riesgo de convertirse en una más de esas figuras que naufragan en un sistema político cada vez más cerrado a nuevas alternativas políticas.

Iván Arrazola es analista político e integrante de Integridad Ciudadana A.C @ivarrcor @integridad_AC