Por Iván Arrazola. Publicado en La Silla Rota.
Las prácticas políticas del viejo sistema político mexicano eran claras y no dejaban duda de cómo se controlaba y ejercía el poder, el día en que el PRI anunciaba o más bien destapaba al que sería su candidato a la presidencia ese día iniciaba la campaña electoral, este ritual resultaba sumamente acartonado y predecible. Los de la Cuarta Transformación han roto esquemas, ese modelo en el que el presidente controlaba el proceso sucesorio desde la sombra ha terminado y el actual mandatario ha decidido adelantar la sucesión y hacer del ritual algo más dinámico y entretenido.
López Obrador no tuvo restricciones para hacer proselitismo durante los 12 años, que fue el tiempo que transcurrió entre su candidatura en el 2006 y la elección de 2018 en la que consiguió el triunfo, no solo pudo seguir haciendo campaña, inclusive se dio el lujo de no declarar ingresos argumentando que en ese lapso vivió de los “donativos” que le daba la gente.
Hoy las cosas han cambiado radicalmente y mientras Morena de manera permanente ha atacado al INE señalando que contribuyó al fraude de 2006 y que no es un árbitro confiable, el partido gobernante y el presidente aprovechan el vacío en la ley electoral para que sus candidatos hagan proselitismo de forma abierta.
Para tratar de justificar que los todavía funcionarios, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, puedan hacer proselitismo y al mismo tiempo cumplir con sus funciones de gobierno, el presidente les ha pedido “que no se distraigan en sus funciones, tienen que trabajar 16 horas en el gobierno y de las ocho que les quedan, agarrar para hacer sus campañas dos o tres y que duerman cinco horas diarias”. Lo que no queda claro es en qué momento cumplen con sus funciones de gobierno y en qué momento promueven sus candidaturas.
Un ejemplo de esto ocurrió el fin de semana en Jalisco donde el canciller Marcelo Ebrard expresó “a mí el presidente López Obrador ya me destapó cinco veces en las mañaneras, entonces ya pueden considerar que estoy destapado, ya somos una corcholata reconocida”, por supuesto que el secretario puede sentirse afortunado de contar con la venia presidencial, ahora lo que habría que revisar es si esto es parte de su trabajo o parte de su campaña hacia la presidencia, sobre todo cuando anuncia que iniciará una serie de giras previo a que se realice la encuesta para seleccionar al candidato morenista.
Otro ejemplo ocurrió en semanas pasadas cuando la jefa de Gobierno fue la invitada de honor en la inauguración del congreso de CLACSO, un evento académico que se convirtió en un acto de abierto proselitismo, en el que la funcionaria ilustró al público asistente sobre las bondades de la Cuarta Transformación, con un discurso que parecía informe de gobierno y en el que parte del público la aclamaba gritando presidenta. A esto se suman las invitaciones que el presidente ha hecho Sheinbaum para que lo acompañe a sus giras por el interior del país.
Lo que evidentemente en otro tiempo, en su época de opositor, el presidente habría reclamado como una injusticia, hoy se minimiza, señalando que mientras sea en fin de semana y no se utilicen recursos públicos, no hay problema, los funcionarios pueden participar en estos eventos.
Estos ejemplos no dejan duda de que los presidenciables de Morena utilizan sus cargos públicos para hacer proselitismo lo que evidentemente les otorga ventaja sobre el resto de las fuerzas políticas, al promover abiertamente sus candidaturas a la presidencia de la República y con ello obtienen una ventaja indebida respecto al resto de sus rivales.
Un partido y un presidente que se presumen superiormente morales al resto de las fuerzas políticas, actúan sin decoro porque no les interesa en lo mínimo el respeto a la ley. Ya lo dijo el presidente “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, para el presidente y su grupo la única ley válida, es la que les favorece, la que les acomoda, la que les permite actuar con total libertad, la que no lo hace no debe ser ni atendida ni respetada.
La historia es la que se encargará juzgar a la que se ha vendido como la esperanza de México, ya que difícilmente la autoridad lo podrá hacer. La actual coyuntura no solo encuentra a una autoridad electoral disminuida, acorralada, aunque imponga sanciones o restricciones a actos a todas luces ventajosos e inequitativos, seguramente el oficialismo encontrará la manera de darles la vuelta. Lo que en todo caso deberá preguntarse la ciudadanía es hasta donde los actores políticos que hoy están en el poder son diferentes a los que estuvieron en el pasado.
Iván Arrazola. Colaborador de Integridad Ciudadana, Doctor en estudios Científico-Sociales con mención en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO. México). Especialista en participación ciudadana, cultura de paz, democracia subnacional y gobierno abierto. @ivarrcor @Integridad_AC https://www.integridadciudadana.org.mx/