Por Iván Arrazola. Publicado en ContraRéplica.

Se están enviando diversas señales al mundo, pero todo indica que el fin de la política de consensos está cerca. La estructura construida en torno a los derechos humanos y la defensa de las libertades se desmorona ante nuestros ojos, dando paso a líderes populistas que prometen, al menos en apariencia, resolver los problemas que afectan a nuestras sociedades.

La crítica del vicepresidente J.D. Vance fue contundente. Durante un discurso pronunciado en Múnich, advirtió que la mayor amenaza para Europa no proviene de Rusia o China, viene “desde dentro”. En su intervención, acusó a los gobiernos europeos de alejarse de sus valores fundamentales y de ignorar las preocupaciones de los votantes en temas como la migración y la libertad de expresión.

Siguiendo la misma línea discursiva que Donald Trump, Vance enmarca el debate en términos de cultura y valores, una narrativa que ha sido utilizada para justificar políticas de exclusión y alimentar una retórica de rechazo hacia los migrantes. En Estados Unidos, esta postura ha derivado en una campaña cada vez más agresiva contra la inmigración, en la que los migrantes han sido deshumanizados y descritos con términos denigrantes.

Mientras tanto, Europa parece cada vez más aislada en su lucha contra el régimen autocrático de Vladimir Putin. La supuesta capacidad de Trump como un negociador implacable se ve eclipsada frente a un Putin que, con años de experiencia en la arena geopolítica, ha demostrado una notable capacidad para resistir la presión internacional y mantener su posición, incluso cuando el mundo entero parece estar en su contra.

Al final, Vladimir Putin parece haberse salido con la suya. El acuerdo que alcanzará con Donald Trump garantizará que Ucrania no se una a la OTAN y que los territorios ocupados por Rusia no le sean devueltos a Ucrania, consolidando así una victoria estratégica para el Kremlin.

En un gesto de indiferencia política, Trump excluyó al presidente ucraniano de las negociaciones, enviando un mensaje claro sobre la posición subordinada que asigna a Kiev en este nuevo orden geopolítico. Con esta decisión, no solo legitima la expansión territorial de Rusia, sino que también debilita la credibilidad de Occidente en la defensa de la soberanía y la seguridad internacional.

En la era de la tiranía global esta es la nueva forma de negociar: decisiones unilaterales disfrazadas de acuerdos estratégicos. Trump, autoproclamado negociador implacable, busca proyectar una imagen de eficacia ante el mundo, pero en realidad está cometiendo un grave error. Al ceder ante Putin, está fortaleciendo a un régimen cuyas ambiciones expansionistas han quedado en evidencia en los últimos años.

Más preocupante aún, esta decisión deja a Europa en una situación de vulnerabilidad, enfrentando en solitario a un poder que no oculta sus intenciones de seguir ganando terreno. Con este movimiento, Trump no solo desestima la seguridad del continente europeo, sino que también contribuye a la consolidación de un nuevo equilibrio de poder en el que Rusia avanza sin una contención real, con consecuencias que podrían extenderse mucho más allá de Ucrania.

Hoy resulta evidente que el discurso construido en torno a la justicia y la democracia se está desmoronando. Para los gobiernos populistas, la idea de que existen demasiados derechos que deben ser restringidos se ha convertido en un argumento recurrente. Ese parece ser el principal legado de la actual ola de populismo: la erosión de libertades en nombre de una supuesta eficacia política y un mandato popular.

Paralelamente, los regímenes autoritarios siguen consolidándose, adoptando formas cada vez más cercanas a la dictadura. Como ya ocurre en Rusia y China, el control absoluto del poder político se ha convertido en una prioridad, aunque ello implique represión y una política basada en la imposición como norma.

Lejos han quedado los tiempos en los que la política de los consensos se sustentaba en la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. Hoy, esos principios han dado paso a una nueva era. En su intento por equilibrar poder y democracia, la humanidad no ha logrado frenar el avance de la tiranía, dejando un futuro incierto.

Se avecinan tiempos oscuros para la civilización, mientras, en las próximas décadas, las sociedades intentarán construir nuevos consensos en torno a principios en un contexto donde la tiranía gana cada vez más terreno.

Iván Arrazola es analista político y colaborador de Integridad Ciudadana A.C @ivarrcor @integridad_AC