Por Iván Arrazola. Publicado en El Novedades.

Resulta curioso cómo funciona el discurso y la práctica de algunos mandatarios latinoamericanos, el presidente López Obrador viajó a Chile y firmó el Compromiso de Santiago en el que se compromete a “cuidar y defender la democracia”, “respetar la Constitución, las leyes y el Estado de derecho” ante amenazas autoritarias y la intolerancia.

Pues bien, una vez de regreso en México después de su gira por Sudamérica al mandatario se le olvidó la firma de dicho compromiso o de plano no entiende el significado de lo que firmó. En un hecho inédito en la historia de México el presidente de la República decidió no invitar a la ceremonia por el 213 aniversario de la Independencia de México ni a la presidenta de la Corte, Norma Piña, ni a la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Marcela Guerra. La razón que dio el presidente para no invitar a la representante del poder Judicial fue la siguiente: “no tenemos buenas relaciones con el Poder Judicial, es notorio y de dominio público”.

Como si viviera en una monarquía o en un régimen de naturaleza autocrática, el presidente desconoce una serie de principios y de protocolos con los que debe cumplir, la ceremonia de independencia no es solo un acto en el que se conmemora la lucha de México por alcanzar su soberanía, es también un acto en el que se refrenda el compromiso con las instituciones republicanas del país, base fundamental para asegurar la vigencia del régimen democrático.

Como en otras ocasiones López Obrador muestra que su compromiso con la democracia es mínimo, lo ha mostrado minando la autonomía de instituciones como la Suprema Corte y el Instituto Nacional Electoral. Pero quizás el ejemplo más contundente se da a partir del abandono de la neutralidad que debe asumir como jefe de Estado en las contiendas electorales, para dar todo el apoyo del aparato estatal a la candidata de su partido, un hecho que ha sido denunciado inclusive por los propios participantes en el proceso interno de Morena

La gira presidencial por Sudamérica fue realizada en el marco del 50 aniversario del golpe de Estado en Chile, hecho que sirve para refrendar el compromiso y el apoyo al gobierno civil, no solo para garantizar los derechos de la población, también para mostrar la división que debe haber entre el poder político y las fuerzas armadas. El momento marca el contraste que se vive en México, donde las fuerzas militares han venido desempeñando diferentes funciones que deberían recaer en mandos civiles, pero el presidente prefiere asignarlas a las fuerzas armadas señalando que éstas son incorruptibles, lo preocupante es que a partir de esta premisa las funciones que realiza el Ejercito son consideradas como de seguridad nacional, por lo que la información que se genera se reserva, lo que genera opacidad e impide un ejercicio de rendición de cuentas.

Hoy México vive una paradoja, tiene un presidente popular, según lo indican las encuestas, pero es al mismo tiempo un presidente que trata con desdén al resto de los poderes de la República, es un presidente que consiguió el triunfo en un proceso democrático pero que pretende minar el sistema que lo llevó al triunfo, es un presidente que firma compromisos a favor de la democracia pero en la práctica actúa como un autócrata, es un presidente que lejos de pasar a la historia como el mejor presidente traerá de vuelta a la memoria de la ciudadanía el presidencialismo más rancio que se haya instaurado en los últimos tiempo.

Iván Arrazola es analista político y colaborador de Integridad Ciudadana. @ivarrcor @Integridad_AC