Por Manuel Bazán. Publicado en La Silla Rota.
Después de 20 años de la huelga más larga de la UNAM, ésta se sigue erigiendo como la número uno del país, y ocupa los mejores lugares de Latinoamérica junto a otras universidades públicas. Efectivamente, está ahí, majestuosa y pública, formando parte de los debates nacionales y con una visión hacia el futuro, a pesar de sus problemas.
Recuerdo las palabras de quienes coordinaban el espectro preparatoriano de aquella época; impacientes por transmitir la grave situación en la que se encontraba la universidad por una propuesta que atentaba contra el principio de gratuidad de la educación pública, y que además violentaba los derechos de una parte importante de la comunidad, la cual, seguramente tendría que abandonar sus sueños, debido al guiño neoliberal del momento.
El movimiento inició con el interés legítimo de acabar con la propuesta antidemocrática de Barnés de Castro. No sé qué palabras utilizar para describir la primer marcha a la que asistí como estudiante, tenía la necesidad de participar en un propósito colectivo. Sin temor nos subimos a los autobuses que habían tomado los compañeros para concentrarnos en el monumento a Obregón y emprender camino hacia CU como una muestra del rechazo absoluto a la privatización de nuestra UNAM.
Más allá de los desafortunados errores -claro que los hubo-, los medios de comunicación se encargaron de correr la voz sobre una institución sucia e indigna de los niños y niñas bien -las redes sociales no estaban ahí para debatir-, la TV se encargó de desprestigiarnos.
Ahora me pregunto, qué sería de la UNAM sin las generaciones que, por el amor al alma mater, por la convicción o por la carencia de recursos públicos, decidió quedarse en la lucha dentro de las aulas. Y es que, concluida la huelga, regresamos. El ambiente era diferente, especialmente para quienes ingresamos a licenciatura y nos enfrentamos a tres años frenéticos que la divina juventud apaciguó.
La retrospectiva me dice que es momento de reconocer a las mujeres y hombres que no abandonaron la universidad del pueblo, que siguieron ahí para devolver la confianza social y enfrentar los estigmas mediáticos. Estoy seguro que si hacemos un estudio profundo, encontraremos en ellos a personas trabajando por el bien de México. A ustedes dedico estas líneas.
A veces las luchas son largas e impacientan, se pierde, pero también se gana mucho. La UNAM sigue de pie, lista para los nuevos retos y desafíos; pero lo más importante, sigue pública, autónoma y flexible para todos. Eso demuestra el error que hubiera sido no alzar la voz, pues como decía Allende: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica.”
Manuel Bazán Cruz
Colaborador de Integridad Ciudadana, A.C. Doctorante en Ciencias Sociales por la UAM. @Integridad_AC @bazancruzz