Por Madgiel Gómez Muñiz. Publicado en ContraRéplica.
La democracia es un sistema político que se caracteriza por la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones, ya sea de manera directa o a través de representantes electos. La bondad de una democracia no radica únicamente en el proceso electoral, sino en los resultados que este sistema produce en términos de gobernabilidad y justicia. Una democracia verdaderamente efectiva es aquella que logra equilibrar estos dos pilares, generando un entorno donde las instituciones funcionan correctamente y las decisiones del gobierno reflejan los intereses y necesidades de la población.
Con los resultados electorales obtenidos, Dra. Sheinbaum, tiene al menos dos asignaturas pendientes: a) el crear una nueva narrativa para pacificar y unir a la sociedad. Imposible seguir derramando sangre; ninguna polarización disminuye la hostilidad ni genera progreso. La memoria histórica exige un sistema legal robusto, enmarcado con un gabinete de perfiles óptimos para hacer una administración pública eficiente; eso sin olvidar lo que desde el Ejecutivo se vuelve obligado un marco institucional que permita la cooperación y el diálogo entre los distintos poderes del Estado. Una buena gobernabilidad es fundamental para el desarrollo económico y social, ya que permite la estabilidad política y la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Cuando los resultados electorales, -como acaba de suceder- conducen a una administración competente, se crean las condiciones necesarias para el progreso y el bienestar de la sociedad.
Por otro lado, b) la justicia es un componente esencial de cualquier democracia que aspire a ser legítima y sostenible. La justicia en una democracia se manifiesta en la igualdad ante la ley, el respeto a los derechos humanos y la garantía de un acceso equitativo a oportunidades y recursos. Un sistema judicial independiente y transparente es crucial para asegurar que los ciudadanos puedan confiar en que sus derechos serán protegidos y que las violaciones a la ley serán sancionadas sin importar la posición o influencia de los involucrados. La justicia social, entendida como la distribución equitativa de los beneficios del desarrollo, también es vital para la cohesión y la paz social; pero sin duda, siempre falta mucho por hacer.
Con estas dos variables: gobernabilidad y justicia se hace evidente que una gobernabilidad efectiva sin justicia puede conducir a un régimen autoritario y opresivo. Esperemos no suceda. De igual manera, un énfasis en la justicia sin una gobernabilidad adecuada puede resultar en ineficiencia y caos. Por lo tanto, es una extraordinaria oportunidad para iniciar una nueva era en la que México, por fin, goce de una democracia saludable donde se equilibren ambos aspectos, asegurando que las fisuras que se padecen no se hagan más grandes.
Hay que admitir, doctora, que los votos le dieron la más alta responsabilidad para fomentar la inclusión y la participación de todos los sectores de la sociedad. Esto incluye la creación de mecanismos para la participación ciudadana más allá de las elecciones, como referendos, consultas populares y la posibilidad de revocar mandatos. Además, no se puede invisibilizar la transparencia y la rendición de cuentas, componentes fundamentales para la salud de una democracia. Ud y su gabinete deben estar sujetos al escrutinio público y ser responsables de sus acciones y decisiones. Conviene recordar que hay mucho que decir, y no hay forma de seguir tolerando la censura; la prensa libre y el acceso a la información son herramientas esenciales para garantizar que el poder se ejerza de manera responsable y en beneficio del interés público.
Es también una buena oportunidad para consolidar un clima moral y de valores cívicos con el objetivo de formar agendas de la mano de hombres y mujeres que buscan día con día el mayor número de oportunidades para “salir humanamente a flote” en un México plagado de claroscuros. Responsabilidad y diálogo, a todos nos conviene. Al tiempo.