Manuel Cifuentes Vargas. Publicado en Integridad Ciudadana.

Parodiando a Albert Einstein, el país no será destruido por los que hacen daño, sino por los que ven y no hacen nada.[1] Y es que como dice el refrán popular, muchos “están viendo la tormenta y no se hincan.” Siguen en la frivolidad. A los jóvenes, como a muchos otros, casi no se les ve salir a votar. Los ha invadido la apatía; el vale gorrismo. No les importa lo que pasa en la vida política, en el gobierno, ni en el país. Al parecer, solo les interesa el mundo de su confort. En mi apreciación, es el sentir de muchos jóvenes de nuestro tiempo, así como del de otros que ya no lo son. Por eso casi no se les ve en las urnas electorales. Pero me pregunto; ¿acaso van a dejar morir a la democracia?

La indolencia a marchitado y casi acabado no solo con los valores, sino casi con todo. Al parecer, hoy es el “desmadre”; el “vale madrismo”. Hoy es la diversión, las vacaciones, la fiesta, el antro, el jolgorio, las selfis, el festejo por el triunfo en algunos deportes o por cualquier otro motivo, pero no así por el bienestar duradero y futuro del país. Y no es que esté en contra de estos pasatiempos, que merecidos los pueden ser, sino el preferir la distracción, que el cumplimiento de los deberes cívico ciudadanos.

No quiero decir que absolutamente todos los jóvenes son así. Los hay responsables y cumplidos. Pero creo que sí la mayoría, pues solo hay que ver las estadísticas de la baja participación joven en los procesos electorales y en otros campos del quehacer público; pero sí llenos de euforia en espectáculos artísticos y en eventos deportivos, cuyo ambiente de emoción los lleva hasta el éxtasis vibrante, y después festejando en las calles; en lugares emblemáticos de las ciudades, así como en espacios de convivencia y entretenimiento, a veces hasta por pírricos resultados favorables en algunos encuentros deportivos; no así el día en que hay que acudir a votar, y menos al concluir la fiesta electoral. Y no lo digo en demerito de los artistas y deportistas, que su preparación y esfuerzo les ha costado y amerita su presentación.

La democracia no es un juego; no es una diversión; no es un “reventón” ni un “hay se va” y a ver que sucede después” o el “hay veremos”. La cruda de una triste realidad, después de un certamen electoral en el que no se participe, podrá ser la de una vida difícil de superar y la de años de aflicción.

Me cuesta mucho trabajo pensar que sea más importante un esparcimiento, un convivio o una “guarapeta”, que un día de jornada electoral que se tiene cada tres años, y que solo requiere dedicarle un momento al día para ir a votar y cumplir con un derecho y obligación constitucional, legal y cívica. Los jóvenes necesitan ponerse las pilas. Total, si verdaderamente no quieren intervenir en la política porque no les llama la atención o de plano no les gusta, sí por lo menos deben hacerlo en la democracia; en la que hoy viven. Es forma y estilo de vida que les da libertad para hacer casi todo lo que les plazca, mientras no invadan la esfera de los demás.

Los jóvenes de nuestro tiempo quizá no la valoran ni la anhelan tanto como lo hacemos los adultos, porque ya nacieron y viven en ella. Porque la recibieron gratuitamente y no les costó nada, a diferencia de los adultos que poco había de ella y que tuvieron que luchar, y a veces, parafraseando a Churchill, con sudor, sacrificio, lágrimas y sangre, que no ha sido poca, para conseguir por lo menos la que hoy tenemos. Sucesos estos que no vieron ni vivieron nuestros jóvenes.

Una democracia, si todavía no perfecta, sí la que se ha conseguido a base de trabajo, sufrimiento y de muchas vidas. Esta es la diferencia y por qué los adultos la defienden y valoran en todo lo que vale lo hasta hoy conquistado. Pero no solo para ellos, sino pensando siempre en el país que le quieren dejar a sus hijos y a las posteriores generaciones. Es por eso por lo que no quieren perder lo hasta hoy logrado, pues como suele decirse en algunos lugares a propósito de procesos electorales, han tenido que aplicar, y lo siguen haciendo, la máxima de las tres eses: Suela, sudor y saliva.

Es tiempo de reflexionar. En sus manos está hacer la revolución cívico democrática joven que necesita México. Hacer que cambie la historia; que cambie el rumbo del país. Es el tiempo de los jóvenes. Es el tiempo de revitalizar a la política y a la democracia, y con ello, a los gobiernos que se produzcan de los procesos electorales, con su energía, empuje, frescura y con la emoción que los distingue.

Hay que amalgamar su fresca vitalidad con la buena experiencia, para lograr inyectarles a estos vitales renglones de la vida nacional, el talento que requieren para vivir mejor. No podemos olvidar que la política, la democracia y el quehacer gubernamental son demasiado importantes para el bienestar de la gente y del país, como para no interesarse en ellas, dejándolas solo en manos de los gobiernos y de los políticos. Ya platón decía en aquellos remotos tiempos en que vivió, y cuya sentencia sigue viva, que “el precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres.”

Hace poco tiempo que el papa Francisco dialogó con jóvenes sobre el futuro de la Iglesia, manifestándoles valiosas expresiones sobre esta institución. Tomaré literalmente algunas de ellas para llevarlas a los campos de la política, de la democracia y del servicio público, para decirles que estos espacios también “… necesita de los jóvenes para mantenerse vigente y no morir.” La democracia “… es una de las instituciones más importantes en el mundo…” [2] y, desde luego, en México.

En los procesos electorales vemos más personas adultas, incluso adultos mayores en condiciones físicas muy disminuidas por la edad o de salud, que jóvenes, no obstante el alto número de ellos que muestran los números del INEGI y de los  inscritos en el padrón electoral. ¿Es acaso que la democracia es solo cosa de viejos? No, la política, la democracia y el ejercicio de gobierno, parafraseando otra vez al papa, “… no debe convertirse en un “club para la tercera edad” como tampoco en un “club juvenil”. De lo contrario “va a morir”. “…necesita a los jóvenes para no envejecer” y morir.

Los jóvenes no se pueden quedar sentados, descansando cómodamente y solo divirtiéndose en los convivios o celebrando cualquier otra cosa, porque la política, la democracia y el trabajo público son de lo más significativo de la vida, y porque el país es primero. Lo primero que hay que hacer es ponerse en camino, a toda prisa, para servir y ayudar a la democracia, invitando y entusiasmando a otros con la alegría y frescura que los caracteriza, para que participen en esta justa democrática, así como lo hacen para las fiestas entre su círculo de amigos y en las distracciones sociales.

La democracia debe ser el centro de atención de nuestra vida social y política. El espacio donde nos podamos sentir mejor para nuestro desarrollo personal, familiar, y social. Ir a votar es solo una vez cada tres años e invertirle unos cuantos minutos de nuestro tiempo. ¿Acaso el sacrificio es mayúsculo? Se necesita de todos, y más de los jóvenes, de la sangre nueva, juvenil, vigorosa y entusiasta. Los adultos, y sobre todo los mayores, ya nos vamos, por lo que el país prácticamente ya es de ustedes. Por eso insisto que la democracia no puede morir. Vamos por más democracia. Vamos por una democracia joven. Por una democracia de los jóvenes.

Llamo a la conciencia y responsabilidad cívica de los jóvenes. La democracia necesita de los jóvenes. Hoy y el futuro de la democracia está en buena medida en manos de los jóvenes. No dejen que los venza la indiferencia. Es la última llamada. Es ahora o nunca eh. Salen a votar o, a propósito de esta generación de cristal,[3] se les quiebra el país en las manos. ¿Y qué cuentas le van a entregar a las generaciones que les sucedan a ustedes?

Sin embargo, hay que subrayar que al votar no deben hacerlo o dejar de hacerlo de manera visceral, pasional e ideologizada; esto es, de manera mecánica por algún adoctrinamiento; sino que deben pensar, meditar y razonar libre e inteligentemente en que es lo mejor. Que es lo que más conviene y necesita el país para tener mayor y mejor calidad de vida. No dejen que los ideologicen. No dejen que les quiten su derecho a pensar y a expresar sus propias preferencias electorales. No dejen que los manipulen, porque como dice Voltaire, “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”. Por eso, salir a votar no solo es nuestro deber y obligación, sino además votar bien.

Jóvenes, no maten a la democracia. La que tenemos hoy, es la herencia que a ustedes les están dejando sus padres y abuelos. Pero también será, con una visión mejorada transgeneracional, el legado de ustedes para sus hijos y demás descendientes. Es el patrimonio, todavía en vida, que ustedes están recibiendo. Inmiscúyanse y adéntrensen en uno de los más nobles y generosos rubros de la buena política: en la democracia. Participen y siempre salgan a votar. Ejerzan bien su derecho al voto. Vigoricen más de lo que ya hicieron y lograron sus ascendientes. No la dejen morir. No dejen que la democracia se les desmorone en las manos.


[1]. La frase textual de Albert Einstein dice lo siguiente: “El mundo no será destruido por los que hacen daño, sino por los que ven y no hacen nada.”

[2]. Algunas de estas expresiones las recoge Juan Ortiz en su artículo publicado el 29 de julio del 2023 en “La Silla Rota”, titulado “¿La Iglesia va a morir como advierte el papa Francisco? https://lasillarota.com/mundo/2023/7/29/la-iglesia-va-morir-como-advierte-el-papa-francisco-440057.html

[3]. Con eso que en los últimos tiempos ha gustado bautizarle con algún nombre a las generaciones, suele llamársele “Generación de Cristal” a la nacida en la década de los años 2000. Se dice que esta generación es frágil, necesitada de protección constante y con expectativas poco realistas sobre el trabajo y la vida. Se caracteriza por tener baja tolerancia a la crítica y a la frustración, demandando constantemente reconocimiento debido a una auto estima insegura y una marcada indecisión al tomar decisiones.

MANUEL CIFUENTES VARGAS

Doctorante en Derecho por la UNAM.