Por Madgiel Gómez Muñiz. Publicado en La Silla Rota.

Según Elena Sanz, -prestigiosa articulista de divulgación científica-, el “Síndrome de París” es un trastorno psicológico que se presenta en algunos individuos que visitan la capital francesa y sufren fuertes crisis nerviosas al confrontar sus expectativas y la realidad observada. Algo similar sucede cuando se debate sobre la democracia, se idealiza una visión de “reducción de brechas de desigualdad” y se sufre un severo shock por la decepción obtenida.

¿Quizá engrandecemos la democracia? Lo que queda claro es que, “no hay infierno más cruel que el de una ambición insatisfecha” hay asignaturas pendientes que, siguen propiciando una languidez emocional. Nos sentimos defraudados. Lo cierto es que cosificamos al “poder del pueblo” a simples reglas de representación, o a procesos electorales medianamente organizados; pero el “demos” es una filosofía multifactorial que invita a convertirnos en sujetos activos, dispuestos al diálogo y atentos a los grandes desafíos nacionales.

Lamentablemente el ideal democrático se aleja de la realidad, cuando se normalizan la intolerancia y la polarización ideológica, casi siempre estos escenarios florecen en las estructuras gubernamentales plagadas de privilegios y favores políticos. El resultado de lo anterior: deudas entre los que poseen el poder gubernamental y los que son beneficiados por éste. La lealtad se vuelca frenéticamente hacia los líderes políticos y no hacia los ciudadanos. Nada más antidemocrático que esto.

Bajo la lógica de complicidades antidemocráticas, siempre se crucifica a aquellos que no congenian con el gobierno y germina un burdo ritual de reclutamiento masivo de simpatizantes casi siempre inexpertos (sanguijuelas pegadas al organigrama). Esta operación gubernamental, sumamente costosa, es cíclica y los paganos de la “ocurrencia” somos los parroquianos de “a pie” que, con cada cambio de administración, vemos interrumpidas trayectorias de servicio profesional que, salvan de alguna forma, la productividad de la asimétrica burocracia. Se continúa privilegiando la lisonja sobre la capacidad y profesionalismo del servidor público.

En la medida en que los advenedizos del poder se anquilosen al cargo, se complica el desempeño y se empobrecen los servicios; afectando directamente la calidad de vida de todos. No se puede minimizar que, la excelencia en los servicios gubernamentales está condicionada a una sumatoria de destrezas, conocimientos y actitudes de los servidores públicos. Sin dispersiones, incapacidades ni culpas a terceros.

No menos importante, generar condiciones para que las administraciones públicas fortalezcan el sistema de mérito. Cuando se debilita y vulnera el sistema meritocrático se producen caldos de cultivo para que las estructuras burocráticas chambonas, encadenadas a partidos políticos o liderazgos monolíticos, reproduzcan rutinas de simulación distanciadas de una voluntad de servicio.

Si bien es cierto que, la generalización no es buena, también es cierto que, en la última investigación de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI 2020) el 62.2% de los ciudadanos nos pronunciamos por un gobierno encabezado por expertos para tomar las decisiones y no de ocurrencias sobre el rumbo en la agenda pública. ¿Dónde están estos expertos? Huelga señalar que la meritocracia se torna indispensable para evitar roces fortuitos entre bipolaridades en liderazgos. No hay que olvidar que fortificar la democracia no es cosa del azar.

Ojalá todos los que nos personifican (democracia representativa) comprendan que no puede existir un gobierno lejano a la sociedad civil, a las instituciones de educación superior ni la iniciativa privada. Es sano y necesario establecer pesos y contrapesos para que puedan surgir límites razonables al poder político, sin menoscabo de responsabilidades. El camino a casa es más confortable cuando se hace acompañado. Un gobierno lejano a quien representa es tan insignificante como un renacuajo blandengue.

Pd. Sabedores que tenemos el derecho a votar y ser votados, los improvisados no deben tener más cabida en los diferentes órdenes de gobierno. Por cierto, un saludo a: Paquita la del Barrio, Rocío Banquells, Alfredo Adame, Gabriela Goldsmith, Bibi Gaytán, Roberto Palazuelos, Lupita Jones, Silvia Pinal, Carlos Villagrán (Kiko), Tinieblas Jr., entre otros. ¡Abur!

Dr. Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega – UDG. Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Universidad de Guadalajara @magdielgmg @Integridad_AC