Por Magdiel Gómez Muñiz. Publicado en Etcétera.
Resulta inverosímil que de la “austeridad republicana” a la “pobreza franciscana”, se pueda intervenir de manera directa y efectiva en un problema que afecta al tejido social en lo general y en lo particular, a un sector que por décadas ha permanecido en los claroscuros de la historia, entiéndase población migrante (agentes de cambio y desarrollo). Se debe subrayar que, México es considerado como un país de origen, tránsito, destino y retorno de la población migratoria.
Un gobernante debe garantizar para su población mejores condiciones de vida, pero se antoja difícil que esto suceda sin el fortalecimiento de agendas institucionales que aseguren criterios de comodidad lejanos a la rapacidad de abusadores en las junglas de asfalto. Por consiguiente, se vuelve indispensable impulsar modelos de políticas públicas que atiendan de manera holística las problemáticas a las que se enfrenta un colectivo como lo son los migrantes al sur del país, instalados en Tapachula, Chiapas, por mencionar un caso.
Si de cifras se habla, es importante recuperar los datos que brinda Adalberto Santana (estudioso del fenómeno migratorio) que, en Tapachula, al corte de octubre 2021, había más de 60.000 migrantes, entre ellos, haitianos, hondureños, salvadoreños, colombianos, ghaneses, guatemaltecos, ecuatorianos y que en su conjunto, han modificado las rutinas urbanas por “el andar de los migrantes de un lado al otro de la ciudad chiapaneca” lo anterior como parte “de la nueva vida cotidiana de esa urbe” (Santana, 2021).
Si bien es cierto que se han debatido, en un gran número de foros, atender a esta población vulnerable, comprender sus principales motivos de movilización, así como el acompañamiento en los procesos migratorios a partir de un supuesto de tránsito libre de violencias, con la garantía de la máxima protección de sus derechos humanos. Esto es el verdadero reto con o sin “pobreza franciscana”.
Lo heterogéneo de esta comunidad es que arroja fenómenos de explotación de menores, trata de blancas, corrupción, brutalidad impresa por el crimen organizado, guerra, persecución, terrorismo, entre otras; los migrantes buscan consolidar ideales biopsicosociales, interculturales, igualitarios, con el más alto propósito de poner “alas espirituales” a sus sueños asociados a intereses reales, tangibles en la estructura del Estado. Dicho de otra manera, mientras un gobierno no provea de pan, techo y seguridad a una comunidad en tránsito, los riesgos de quebrantarse no brindan tregua.
En la actualidad, se corre el riesgo de criminalizar al otro, entiéndase a las personas migrantes, debido a que, desde la tónica emocional de la movilidad humana, presentan una serie de desafíos que deberán asumir los titulares del gobierno federal, así como la parte axiológica del resto de la población. Sin una política migratoria racional, no se puede garantizar la seguridad humana de aquellos viajeros de corta, mediana y larga estancia.
Según el Instituto Nacional de Migración, se busca garantizar una gestión migratoria con total respeto a los migrantes con servicios públicos de calidad, profesionales en la atención de ventanilla, simplificación burocrática y viaje seguro: hay un gran abismo entre el deber ser y la realidad.
Habrá que preguntarse -sin ser ingenuos-: ¿Qué tanto han funcionado las políticas implementadas por el Comisionado Garduño Yáñez?, titular del Instituto Nacional de Migración, debido a que, el hacinamiento, las enfermedades -Sars-Cov-2, influenza, viruela símica- son caldo de cultivo donde nadie está exento de sucumbir por ausencias de quien debe velar por los intereses del pueblo. La segunda pregunta es: ¿Qué se está haciendo con un presupuesto de más de mil millones de pesos con resultados funestos, como la muerte de más de cincuenta migrantes (incluidos niños) en la caja de un tráiler que circulaba de México hacia la ciudad de San Antonio, Texas? Esto, solo es un vistazo de la necesidad y desespero de los migrantes que buscan el “sueño americano”, pero deja entrever el iceberg de corrupción e impunidad que sigue vigente en las estructuras del poder.
La idea de predestinación desarrollada por Calvino (1509-1564), nos deja una gran enseñanza: pese a los decretos libérrimos de la deidad y la insignificancia humana, debe quedar claro que, si no existe un corpus de fraternidad se estará destinado a sufrir al tirano y padecer al necio, porque, tanto se peca de omisión como por acción.
Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega – UDG. Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Universidad de Guadalajara, co expertis y posgrados en estudios políticos y gobierno, filosofía política y educación @magdielgmg @Integridad_AC