Insabi: la prueba el error


Por: Vladimir Juárez @VJ1204 Publicado en ContraRéplica


Bienvenido Leonardo López Enríquez, ya te esperábamos

 

“El arte de la medicina consiste en entretener al paciente mientras la naturaleza cura la enfermedad”, Voltaire

La primera vez que tuve oportunidad de ser parte de una investigación académica en rendición de cuentas fue en 2002; en aquel momento me incorporé a un proyecto que la Secretaría de Salud Federal había solicitado al Departamento de Ciencia Política del CIDE para elaborar un estudio comparado sobre los sistemas de rendición de cuentas del sector en el mundo y del estado que guardaba México.

De entre los resultados de aquella investigación, fue posible observar que no existe en el mundo un sistema universal de acceso a la salud totalmente gratuito ni totalmente blindado ante las “malas prácticas” que promueve el mercado.

La industria farmacéutica mundial obtiene ganancias anuales tan vastas que en 2020 se estima serán superiores a los 1.43 billones de dólares; es de tal dimensión el poder económico de las farmacéuticas que su tentación hacia la corrupción es asombrosa e incontenible.

Probablemente, junto al sector de la construcción, la industria farmacéutica sea el sector más proclive a ocuparse de la “captura del Estado”; pues destina recursos transnacionales incuantificables para adherir a sus intereses bancadas completas de legisladores, sindicatos u organismos reguladores.

Ante este escenario internacional, cobra sentido la postura del hoy presidente en el tercer debate entre candidatos a la presidencia de la república en 2018: en aquel momento, el aspirante AMLO —encasillado por cuestionamientos técnicos sobre cómo resolver la salud en México— respondía repetitivamente: “¡combatiendo la corrupción!”.

La respuesta tediosa de AMLO, candidato en aquel debate, generó profundas críticas sobre su capacidad para ampliar sus argumentos y salirse del monólogo de la anticorrupción; hoy esa respuesta —“la prueba”— lleva por nombre Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), y si bien es cierto que con la salud no se juega, y mucho menos con la ajena, también lo es que la apuesta por el Insabi es de tal envergadura y valía que demanda una implementación seria, planificada y debidamente reglamentada. Sin prisas.

De lo que se trata es: de proteger a la población que no cuenta con acceso a los servicios de seguridad social; de ampliar el padrón de 53 millones de personas que atendía el Seguro Popular a uno universal gratuito con más de 69 millones de personas; de incorporar esquemas de rendición de cuentas innovadores que permitan corregir las malas prácticas ya detectadas; de ampliar el presupuesto del Seguro Popular que en 2018 alcanzó los 69 mil millones de pesos anuales, a un Insabi que en su primer año ejercerá más de 112.5 mil millones de pesos; de operar estructuras organizativas con vocación, capacidad, equipamiento y medicamento gratuito para revertir la percepción siniestra de los sistemas de salud y sus instalaciones fantasmas; de blindar el derecho a la salud de las mermas y desvíos cotidianos que han practicado las entidades federativas.

Tal vez se trata de la más ambiciosa apuesta contra las prácticas de una de las industrias más poderosas del mundo, de ir contra los intereses del gremio médico, de sus sindicatos, del personal, de los proveedores y de la lamentable experiencia ciudadana sobre la calidad de los servicios médicos.

“El error”; pensar que el binomio popularidad y comunicación política estratégica son infalibles ante la oposición de la enferma realidad. Por ello, vale la pena cuestionar hasta el cansancio, a lo Voltaire, si la temeridad del Insabi es para entretener al paciente o para curar a un México enfermo.

Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

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