Por: Alaska J. Zamora @AlaskaJuarez Publicado en ContraRéplica
El pasado 17 de octubre, el Estado mexicano vio de frente uno de sus mayores retos: la lucha contra el crimen organizado. Lo que sucedió en Culiacán sin duda marca un antes y un después en el gobierno de la 4T, pero no sólo eso, sino que también nos permitió ver la dimensión con la que opera el narcotráfico en el país.
Después de varias horas de no saber qué era lo que ocurría en Sinaloa, el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, acompañado con los titulares de seguridad presentó un video-comunicado expresando lo ocurrido. Declaró que luego de un operativo la Sedena y la Guardia Nacional habían logrado capturar a Ovidio Guzmán López, líder del Cártel de Sinaloa, pero que aquello desató que el grupo delictivo atacará distintos puntos de la ciudad dando como resultado ocho muertos, 19 bloqueos y la fuga de 39 reos federales y 10 del fuero común.
Ante estos hechos y para evitar más violencia el gabinete de Seguridad decidió liberar a Ovidio Guzmán.
La opinión pública inmediatamente comenzó a cuestionar la decisión, pero lo realmente preocupante es ¿Cómo es posible que el narcotráfico opere con tanto vigor si se supone que ha habido una lucha en su contra durante más de 10 años? Aquella fuerza con la cual funciona radica con la misma lógica capitalista con la que opera una empresa “legal”; la oferta y la demanda.
Las diferencias se encuentran en que, a comparación con aquellas empresas, el narcotráfico da oportunidades de empleo, ascenso rápido y estabilidad económica a todas las personas excluidas por el sistema. Le da oportunidad a todos los que ya no tienen nada que perder.
Gracias a esto el narcotráfico se refuerza de ejércitos y se hace más poderosa, ya que mientras más grande sea la brecha social más fuerte se volverá la institución del narcotráfico, pues han encontrado una fuente inagotable de mano de obra en la deficiencia más grande del Estado; su incapacidad de generar garantía social. Debido a esto el gobierno deberá tomar las decisiones con esta perspectiva como prioridad, pues no hay Estado capaz que pueda enfrentarse a una población pobre, sin oportunidades y cansada de promesas vacías.
El reto de Andrés Manuel ahora es más grande, y habrá que reforzar con hechos el compromiso con la ciudadanía, pues a pesar de que el caso de Sinaloa captó todo el foco de atención hay que recordar que durante la misma semana se presentaron casos similares en los estados de Veracruz y Guerrero. Sin duda la estrategia de seguridad no puede seguir creyendo que la solución se encuentra sólo en la fuerza militar, ni tampoco que se podrá resolver con abrazos y regaños.
•Estudiante de Comunicación en
la Universidad Iberoamericana y
locutora de radio en Ibero 90.9 FM, en
ContraParte Twitter: @AlaskaJuarezz