Nos están matando


Por: Viviana Islas @MendozaI88 Publicado en ContraRéplica


Los lamentables sucesos de violencia en contra de las mujeres estas últimas semanas hicieron estremecer a gran parte de los mexicanos, me encantaría decir que a todos, pero en esta sociedad polarizada y machista hay quienes responsabilizan a las víctimas, a sus padres o a la corriente ideológica, justificando así al criminal.

La saña con la que fueron agredidas Ingrid, Fátima, María la saxofonista, las víctimas del “monstruo de Ecatepec”, por citar unos ejemplos, dan cuenta de lo putrefacto que estamos como sociedad y del fracaso de las instituciones.

En esta lucha de combate al feminicidio, entre decálogos improvisados y oportunismo político, mucho se ha escuchado de endurecer las penas a quienes cometen este delito, poco de políticas públicas preventivas y mucho menos se han asumido responsabilidades.

Aunque se quiera minimizar la violencia en contra de las mujeres se ha convertido en un problema de seguridad pública en nuestro país. Ante el aumento de feminicidios y el acoso sexual la exigencia de justicia, cero impunidad y seguridad se han convertido en la principal demanda; frente a la debilidad gubernamental hay una urgencia que los protocolos funcionen de inmediato en los que se involucren los tres niveles de gobierno; para combatir el miedo y la impunidad es indispensable fomentar la cultura de la denuncia y la protección de la víctima.

A la sociedad se le insta que deje atrás linchamientos moralistas, que sea más empática, sobre todo que sea la principal promotora de valores a las nuevas generaciones.

Como medida preventiva y considerando que la OMS declaró a la violencia como un problema de salud pública, en los decálogos contra la violencia de género debería considerase la atención de la salud mental de los mexicanos, está comprobado que detrás de problemas de violencia, adicciones y suicidios hay trastornos mentales. Particularmente estudios demuestran que el perfil de un feminicida tiene antecedentes de alteraciones mentales por lo menos un año antes de cometer el acto.

Afortunadamente las crisis vienen acompañadas de oportunidades. El feminicidio de la pequeña Fátima vino a despertar la indignación y solidaridad ciudadana, ojalá que este coraje se traduzca en un reclamo constante, hasta que, en este país de tradición, respetar a las mujeres sea la más arraigada costumbre. Y que este nueve nadie se mueva, y después sigamos alzando la voz porque tenemos miedo, porque nos sentimos vulneradas, porque nos están matando, “porque nos queremos vivas, libres y sin miedo”.

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