El peligro del silencio


Alaska J. Zamora @AlaskaJuarez Publicado en ContraRéplica


“Nos salvamos juntos o nos hundimos separados.”

Juan Rulfo. México y los mexicanos

México, un lugar donde las voces a menudo se ahogan en el tumulto de la vida cotidiana. El eco del silencio se ha vuelto ensordecedor, como si una densa niebla de apatía y desesperanza hubiera envuelto a la sociedad. Mi historia no es única, es una que se repite en innumerables mexicanos, donde el deseo de hacer el bien choca con la cruda realidad que enfrentamos.

Durante los primeros semestres de la universidad, mi espíritu era aventurero y brillaba con la posibilidad del periodismo de investigación.

Recuerdo perfectamente la profunda inspiración que tuve después de leer “Los demonios del Edén”. Sin embargo, fue después, cuando empecé a investigar, que vi la horrible realidad que se vive en México, donde los defensores de la comunidad pagaban con su vida. El miedo y la repulsión me paralizaron, y me convencieron de que no había nada que hacer. El activismo se convirtió en un sueño perdido, y opté por el silencio cómodo. Abandoné las noticias, como si el desconocimiento pudiera protegerme de la realidad. Estaba agotada, abrumada, y atemorizada. La apatía se apoderó de mí.

Hace unas semanas, escuché las palabras de Lydia Cacho en el podcast “El peligro de buscar la verdad”, y fue como si una chispa se encendiera. “Los malos son muy poquitos”, dijo ella, “nos dan de comer miedo y les retribuimos con la parálisis… El silencio”.

El índice de impunidad criminal en México se da en el 93% de los casos y solo el 7% es esclarecido y el responsable presentado a la justicia.

Pero nosotros, la sociedad, ¿cómo lo permitimos? Nuestro silencio nos hace cómplices. Es el silencio de la gente buena, como lo decía Martin Luther King, el que permite que la impunidad prospere. ¿Por qué nos sentimos tan cómodos siendo individuales en una sociedad que clama por

la unión?

La Teoría de la Aversión a la Pérdida, desarrollada por Daniel Kahneman y Amos Tversky, argumenta que las personas valoran más la prevención de pérdidas que la obtención de ganancias. En el contexto mexicano, esto se traduce en una apatía generalizada. Las personas temen perder lo que tienen, ya sea su estabilidad económica o su seguridad personal, y esta aversión a la pérdida se convierte en un freno al activismo. Prefieren mantener su estatus quo, aunque esté plagado de problemas, en lugar de arriesgarse a perderlo todo por el bien común.

El individualismo es una característica arraigada en la cultura mexicana. Valoramos la independencia y la autosuficiencia, lo cual es admirable en muchos aspectos. Sin embargo, cuando se convierte en una barrera para la construcción de comunidades sólidas y la toma de acción colectiva, se convierte en un obstáculo.

Y aquí, la reflexión se hace más urgente: ¿Si hay artistas que unen a millones, por qué una causa no puede unirnos? Cuando se trata de temas cruciales para nuestra sociedad, a menudo parecemos incapaces de encontrar esa misma unidad.

La respuesta está en comprender que la comunidad es la única vía para romper el ciclo. Cuando nos unimos, superamos el miedo y el silencio, enfrentamos la aversión a la pérdida, filtramos la sobreinformación y canalizamos nuestro individualismo hacia un propósito común. La impunidad persiste porque la comunidad se disuelve en la indiferencia. La solución, entonces, radica en encontrar la fuerza para levantarnos juntos y recordar que somos más fuertes como un todo que como individuos aislados.

Alaska J. Zamora, colaboradora de Integridad Ciudadana A.C. Egresada de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Sus temas son género, violencia, política y problemáticas sociales. Twitter: @AlaskaJuarez