La amorosa politiquería


Por: Vladimir Juárez @VJ1204 Publicado en ContraRéplica


Corazón de Talavera: a Encarnación (Pá), quien lleva en esencia y sangre, el aguerrido sacrificio tlaxcalteca de sobrevivir, a pesar de todo, del tiempo y de la pandemia.

“Las cosas no son como las vemos, las vemos como somos” Immanuel Kant

Llegamos a tres años y dos meses del mandato actual del presidente de la república en turno. La variable tiempo, siempre tan relativa, podría bien indicarnos que seis años en la presidencia es poco para cambiar la realidad de un país como el nuestro.

Al mismo tiempo, esta relatividad podría indicarnos que un sexenio es demasiado para envenenar a una sociedad que se ha avispado con rencores, odios y hogueras que se alejan cada vez más del centro, del consenso, del respeto a la otredad y a la diversidad de opinión.

Sea cual sea la postura que se tenga respecto al tiempo que transcurre o falta, es incuestionable que estamos a la mitad del sexenio, y que empieza la cuenta regresiva para el presidente que apostó por construir una “república amorosa”, que en sus palabras es: construir “un país con dimensión social y grandeza espiritual, [para] regenerar la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor. Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; el amor para promover el bien y lograr la felicidad” (AMLO, https://lopezobrador.org.mx/temas/republica-amorosa/).

Sin embargo, en paralelo a esta apuesta por la república amorosa y su construcción discursiva, acontecen hechos que se alejan radicalmente de los buenos deseos, como lo es que tan solo en 2021 se llevaron a cabo sesenta y dos masacres en todo el país, donde las autoridades y la politización han llevado a justificar las atrocidades y el horror, bajo el argumento de que las víctimas probablemente se encontraban involucradas con el crimen organizado.

Más aún, en tan solo tres semanas del 2022 han asesinado a tres periodistas en el país, acumulando 28 asesinatos en total en lo que va de esta apuesta democrática que se logró en el poder con más de 30 millones de votos. En tanto que, la impunidad sigue siendo superior al noventa por ciento en el país.

En esta república que se construye, hoy se reportan más de treinta mil personas desaparecidas o no localizadas por año, y si las madres y los colectivos de búsqueda son agredidos por las mafias locales en su intento por encontrar a sus desaparecidos, entonces surgen posturas que justifican que eso sucede por la culpa de los familiares y amigos de las víctimas que no logran concertar un “pacto de no agresión” para que los asesinos les permitan buscar a sus hijos sin correr riesgos.

Y estos solo son algunos indicadores de los múltiples que se acumulan como una realidad que no cuadra con las ideas rectoras de la república: la honestidad, la justicia y el amor.

Estamos a la mitad de la construcción de un país que desea pensarse diferente, pero donde sus autoridades solo son capaces de reconocer que la crisis migratoria que vive el país ya rebasó al problema local del narcotráfico, si y solo sí, son exhibidos y les es imposible ocultar una tragedia como aquella donde murieron 56 personas migrantes hacinadas en un contenedor de tráiler que los trasladaba de la frontera sur al norte.

Y así mismo sucede con los feminicidios que se han incrementado pasando de 11 a 12 casos por día, donde la respuesta oficial es que estos registros se dan porque en la república amorosa se tipificó el delito como tal, y antes no fue así.

Más aún, si en la república la pobreza y el hambre avanzan hasta registrar 10 millones más de pobres en los últimos tres años en México, entonces es culpa de los modelos neoliberales que rapazmente se lo llevaron todo. Y no de la república en construcción que en tres años no ha logrado incrementar un solo punto porcentual del PIB nacional por arriba del registrado en diciembre de 2018.

‌Tal vez una de las lecciones más evidentes de este proceso de construcción de la república amorosa, es el hecho de que el poder desmedido, sin contrapesos, es siempre una variable impredecible capaz de construir instituciones, pero al mismo tiempo, capaz de destruirlas en un instante; pues el poder del presidencialismo mexicano es capaz de conspirar bajo la sombra de la popularidad y el narcicismo propio de quien gobierna.

La diferencia entre construir instituciones o destruirlas en la república amorosa es el humor con la que amanece el presidente: pues con su amor y gracias es capaz de reivindicar a un aliado senador, diputado o a un historiador acusados de acoso sexual, violencia política o abuso de poder, que lo mismo acusar de politiquería a quien cuestiona un asesinato de una periodista.

Ante estas realidades concretas, bien valdría la pena replantearnos participar en la revocación de mandato.

 

Vladimir Juárez. Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204