Por: Magdiel Gómez Muñiz @magdielgmg Publicado en ContraRéplica
La participación ciudadana en los procesos electorales fortalece a la democracia y permite escoger racionalmente entre candidaturas políticas con ofertas en competencia, a la mejor opción o a la menos mala. Bajo este contexto, surge la necesidad de entender las bondades de la responsabilidad cívica y el compromiso de acudir a las urnas para decidir los destinos de México al 2030.
Participar activamente como animales políticos aristotélicos, implica entender la dirección que tomará el país en áreas como: economía, educación, salud y seguridad, estimulando un control semidirecto para el futuro de las nuevas generaciones y transitar hacia una democracia de la “hospitalidad”, en donde todos quepan sin distinción alguna.
Las afirmaciones anteriores, invitan a reflexionar sobre si la participación es un problema o una solución de cara al gobierno que se ejerce desde la óptica de los partidos políticos. Joan Subirats sostiene que la calidad de la participación sobre las decisiones políticas detona seis supuestos que valdría la pena subir a la mesa de la discusión:
-
Lentitud en la toma de decisiones;
-
Incremento de costos en la toma de decisiones;
-
No incorpora valor añadido a la decisión;
-
Provoca exceso de particularismos;
-
Se funda en una visión cortoplacista;
-
Erosiona instituciones y partidos.
Los mecanismos representativos de los canales democráticos, sostiene Subirats, presupone una desconfianza sobre la capacidad de representación y la defensa de los intereses generales y particulares. Pero, el otro lado de la moneda es que la falta de participación ciudadana podría conducir a una elección de líderes cuyas políticas no reflejen los intereses de la mayoría, lo que a su vez podría resultar en políticas perjudiciales y decisiones políticas al margen de la democracia representativa.
Bajo este escenario, valdría la pena poner en una balanza los aportes y beneficios de la sociedad en la toma de decisiones y las consecuencias negativas de la apatía política. Cuando los ciudadanos votan y están involucrados en el proceso político, se infiere que la supervisión y responsabilidad se incrementa y que es proporcional la disminución de los políticos cuando saben que están siendo observados por una ciudadanía comprometida.
Además, una alta participación fomenta la estabilidad y la paz social en un régimen. Cuando los ciudadanos perciben que sus voces son escuchadas, es menos probable que recurran a protestas violentas o a la desobediencia civil, por lo que la participación, pese a los supuestos negativos de Subirats, se vuelven válvulas de escape para distensionar los desacuerdos y el estallido de conflictos post-electorales.
Sin duda, fomentar la participación ciudadana en las elecciones, difumina la desconfianza en el sistema y estimula a que los desencantados ejerzan el voto con la expectativa de la restauración de la confianza en el sistema electoral y de partidos. No olvidemos que las elecciones son la oportunidad para asegurar que la voz de la gente se transforme en espacios políticos de representación y que no debe ser subestimado el gran poder que tiene el ciudadano a través de los diferentes de participación política que van más allá del simple hecho de depositar su voto en una urna.
Dr. Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega – UDG. Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Universidad de Guadalajara @magdielgmg @Integridad_AC