Por Iván Arrazola Cortés. Publicado en ContraRéplica.

En días recientes, el empresario Ricardo Salinas Pliego presentó ante la opinión pública el Movimiento Anticrimen y Anticorrupción (MAAC), con el cual busca ocupar el espacio dejado por una oposición debilitada y sin rumbo. Tras la elección de 2024 quedó en evidencia que los partidos opositores tradicionales fueron relegados: carecen de liderazgos sólidos y de un proyecto capaz de disputar la hegemonía oficialista.

En este escenario de vacío político, no resulta del todo sorprendente —aunque sí paradójico— que la alternativa provenga de un empresario polémico como Ricardo Salinas Pliego, quien pasó de mantener cercanía con López Obrador a convertirse en uno de sus principales críticos tras la controversia por el pago de impuestos. Conocido en redes como “el tío Richie”, hoy busca cristalizar esa postura en un movimiento político opositor, presentándose como un contrapeso frente al poder que alguna vez respaldó.

El MAAC no surge aislado: Salinas Pliego ha buscado acercarse a foros como la CPAC, donde confluyen líderes de la derecha radical como Trump, Meloni o Milei. Estos movimientos crecieron en otros países gracias al hartazgo con las élites tradicionales, pero el contexto mexicano es distinto y no ofrece las mismas condiciones de éxito.

Un contraste clave se observa con el MAGA (Make America Great Again) en Estados Unidos. El movimiento encabezado por Donald Trump se ancla en la idea de recuperar un pasado glorioso, apelando a símbolos de grandeza nacional y al resentimiento hacia las élites políticas. El liderazgo personalista y confrontativo de Trump le permitió transformar ese discurso en victorias electorales.

En cambio, el MAAC carece de un mito fundacional o de un pasado idealizado que movilice a las masas. Su narrativa se limita a denunciar la corrupción de la llamada Cuarta Transformación, pero estas acusaciones no parecen calar lo suficiente en una ciudadanía que percibe más beneficios que costos del régimen, especialmente gracias a los programas sociales.

Además, el movimiento de Salinas Pliego parece estar marcado por un interés más personal que colectivo. Su disputa legal con el gobierno por el pago de impuestos lo coloca en una situación delicada: con un Poder Judicial renovado, que es probable que falle en contra del empresario y lo obligue a pagar su deuda con el gobierno. En este contexto, su incursión política puede interpretarse como una estrategia de supervivencia, más que como un proyecto con visión de país. En otras palabras, el MAAC podría ser más un escudo para proteger sus intereses que un movimiento genuinamente opositor.

Por otro lado, el contexto mexicano le es poco favorable. La presidenta Claudia Sheinbaum goza de altos niveles de legitimidad y popularidad, y su gobierno mantiene un control político sólido, sustentado en una amplia base social que se beneficia de los programas asistenciales. A diferencia de otros países donde el descontento ha abierto espacio a proyectos ultraconservadores, en México el régimen aún no muestra fisuras significativas. Así, intentar trasladar el modelo de MAGA al escenario nacional parece, cuando menos, prematuro.

El propio empresario lo reconoce con cierta cautela. Durante el anuncio de su movimiento, al ser cuestionado sobre una eventual candidatura presidencial en 2030, respondió que “eso no es lo importante, sino proponer ideas distintas y una forma diferente de hacer política”. Este gesto refleja que, por ahora, Salinas Pliego no se asume como la carta fuerte de la oposición, sino más bien como un actor en etapa exploratoria, midiendo el terreno. Incluso, en un intento por suavizar tensiones con la presidenta, llegó a proponer una mesa de diálogo, misma que fue rechazada.

La fragilidad del MAAC también se explica por la fragmentación de la oposición. Los partidos tradicionales difícilmente respaldarían una eventual candidatura de Salinas Pliego, pues temen confrontarse con el régimen. Además, el empresario debe ser consciente de los obstáculos legales que implicaría registrar una nueva fuerza política ante un INE cada vez más cercano al gobierno. En este contexto, más que un proyecto con posibilidades reales de poder, el MAAC parece un experimento que refleja tanto el vacío opositor como las limitaciones estructurales de quienes buscan disputar la hegemonía oficialista.

El contraste entre MAAC y MAGA permite comprender las diferencias entre contextos políticos. Mientras el movimiento de Trump se apoyó en un discurso anclado en un pasado glorioso y logró capitalizar el descontento social para llegar al poder, el de Salinas Pliego carece de símbolos, legitimidad social y condiciones favorables para crecer. Más que una alternativa política sólida, el MAAC parece ser un reflejo del vacío opositor en México y una estrategia de resistencia personal de su fundador. Por ahora, el poder del oficialismo sigue firme, y el nuevo movimiento no pasa de ser una tenue señal de inconformidad, sin posibilidades reales de disputar el poder político.

Iván Arrazola es analista político y colaborador de integridad Ciudadana A. C. @ivarrcor @integridad_AC