Por Manuel Cifuentes Vargas. Publicado en Integridad Ciudadana.

Así como hay millones de mexicanos que celebran el triunfo del actual gobierno, resultado de la numeralia electoral reciente, también hay millones que los embarga el dolor, la angustia y la incertidumbre de este triunfo. Esos son los dos estados de ánimo políticos actuales. Y de estos últimos se ve y se refleja en el ánimo, rostro, voz y pluma de muchos políticos y de los publicistas que no simpatizan con el llamado “oficialismo”, lamentando lo sucedido y del estado en que se ha dejado al país. Y tienen razón en hacerlo, pero en lo que no la hay, es en lo que alentaron persistentemente, para que los ciudadanos no participaran en una importante y valiosa acción constitucional que se llevó a cabo, en la que pudieron intervenir para procurar evitar esta situación. Por eso podríamos pensar, ¿y ahora de que se quejan?; si de alguna manera, consciente o inconscientemente, ellos mismos son culpables al coadyuvar a que finalmente se tenga este escenario del país.

Muchos políticos, intelectuales, académicos, periodistas, articulistas, comentaristas y publicistas le quitaron el legítimo y constitucional derecho a los ciudadanos para acudir al llamado al voto en el mecanismo de la revocación del mandato, con su repetida “cantaleta”, como a veces popularmente se dice, de que la gente no fuera a votar el día que se llevó a cabo para decidir si el presidente debía continuar en el cargo o no. Su argumento, al parecer solo fincado en su animadversión hacia él y a todo lo que oliera a él. Solo por llevarle la contra en este tema y no pensando en el país. Fue el no contribuir, se decía, a “hacerle el caldo gordo”, como dicen en el rancho. Se equivocaron. Fue una oportunidad que se dejó ir. Fue una oportunidad perdida.

También escuché muchas veces decir, que además esto no era conveniente para el país, porque se podrìa ocasionar un desastre, por lo que siempre es mejor dejar a los presidentes cumplir con el periodo constitucional para el que son electos. ¿y el que se está dejando no lo es? Qué mayor desaseo del que estamos heredando. Pero además esto no es cierto, prueba de ello es que en muchos países han tenido estas experiencias y no ha pasado a mayores, de no ser el natural y lógico reacomodo de las nuevas dirigencias y de las clases políticas para la continuidad de los países. Para eso precisamente están establecidos los diseños constitucionales, para que a falta del presidente no pase nada, pues de lo contrario; es decir, si pasara algo, como lo que se pregona, pues entonces me parece que no tendría razón de existir ese instrumento constitucional. O entonces, ¿acaso solo es un adorno?

Solo hay que  revisar la historia hacia afuera y hacia adentro del país, y veremos que emperadores, reyes, príncipes, presidentes y fuertes candidatos a presidentes; en otras palabras, de gobernantes y aspirantes al gobierno, con los más variados nombres del cargo con los que se denomina o refiere a lo que viene a ser el Poder Ejecutivo de los gobiernos; han renunciado en determinado momento; los han destituido; han fallecido de muerte natural o en las guerras y, en casos extremos,  les han quitado la vida, y no se han desmoronado los países en ese momento, de no ser solo los naturales reacomodos políticos conforme a los diseños constitucionales, políticos o costumbristas que tienen establecidos. Nos venden el miedo a que se genere el caos; a que se presente una calamidad o vacío político de graves dimensiones en el país, como si no hubiera normas, instituciones y madurez ciudadana. Nos quieren ver como a infantes políticos. Sí hay pobreza política, pero no es para tanto. Ejemplos los dan otros países más pequeños y políticamente menos desarrollados.

Países han desaparecido, pero no por la falta o eliminación de un emperador, rey, presidente o primer ministro; esto es, de un gobernante, sino por conquistas, anexiones a otro país, y otros, como resultado del tiempo, de la natural longevidad, como producto que son de la creación humana. Muchos incluso, como hemos dicho líneas arriba, cayeron en plena guerra y no se desmoronaron sus países; otros por muerte natural y algunos incluso asesinados por sus propios familiares o sequito cercano, y no pasó nada. Es más, estos sucesos hasta en el Estado eclesiástico se han presentado, y ahí sigue incólume. Han desaparecido países, pero no porque falte un gobernante, sino por el agotamiento o destrucción de éstos por motivos bélicos y, otros, después de errores permanentes que los erosionaron y los llevaron a la quiebra político social.

“Pamplinas dijo popochas” dicen en el barrio. Nada de esto es necesariamente una consecuencia o resultado de la falta de continuidad del mandato de un presidente. Esto fue lo que políticamente vendieron e inocentemente se los compró la gente. Yo acuso, y no es mea culpa,  porque  a mí mucha gente, alguna desorientada y otras con la duda, me preguntaron qué debían hacer; qué era lo correcto y más conveniente y recomendable, y les dije que salieran a votar; que ejercieran plenamente su derecho al voto en este instrumento político constitucional; que no dejaran de cumplir con su deber; con su derecho y obligación cívica constitucional, y que, pensada, consciente, madura, razonada, informada, templada y con sentido patrio, expresaran su sentimiento debidamente valorado y razonado al sufragar, porque los instrumentos jurídicos ahí están para tal efecto. Solo es cuestión de ejercerlos.

En nuestro caso, coloquialmente hablando, a diario se le daba un mazazo a las instituciones y, por ende, al país. En sentido figurado, es como si alguien estuviera destruyendo a martillazos la casa donde vivimos y no procuráramos contenerlo, dejándolo que la siguiera maltratando hasta que vayamos a denunciarlo a la autoridad para que vaya a documentarlo y lo detenga por su mal proceder. Estoy seguro de que lo primero que haríamos, es tratar de detenerlo de su acción destructora y no esperar pacientemente hasta que se presente la autoridad. Otros manifestaban, en otra pista, que no se trataba de ser golpistas (¿y esto no era golpismo?), como unos y otros tachan a quienes piensan que a veces, por razones de Estado; por el bien del país, hay que suplir a los gobernantes cuando se les ha perdido la confianza, o cuando clara y evidentemente se ve que hacen un mal gobierno, y que pueden llevar al derrumbe a un país. Es cierto que se hacía la crítica correspondiente; pero siempre se pensaba y se decía hay que esperar a que concluya con el periodo para el que fue electo; y cabe la pregunta, ¿de destrucción?

Por eso se podría decir otra vez, de qué se quejan y lamentan, si fueron complacientes y de alguna manera cómplices al promover y vociferar “a los cuatro vientos”, que los ciudadanos no salieran a votar por la revocación del mandato, disque, entre otros argumentos fallidos, para “no engordarle el caldo” ni convalidar un capricho político presidencia, como si, a la manera de gurús o profetas, ya hubieran sabido y tenido la total certeza de que iba a ganar. De todos modos, con su llamado a la abstención, de hecho, convalidaron el proceso respectivo y el triunfo del presidente en este novedoso mecanismo político jurídico.

Hubo innumerables avisos de destrucción y lo dejaron hacer. Simplemente hicieron suya y aplicaron aquella famosa frase fisiócrata de “dejar hacer, dejar pasar”. Por eso, parodiando se podría decir, no lloren como niños lo que no quisieron o no supieron defender como ciudadanos, a pesar de tantos avisos, llamadas de atención y hechos palpables y reiterados de quebrantamiento de las instituciones y del país. ¿Eso es lo que se les está enseñando a nuestra decendencia: la apatía, la idiotez política y cívica y el vale madrismo político cívico ciudadano?

Todos ellos auspiciaron las heridas y el dolor que hoy sufre el país. Ellos inhibieron y ahuyentaron el voto de la gente en favor de la revocación del mandato. Si se hubiera ido o no el presidente al serle adverso el resultado, es otra cosa. Pero el claro mandato de la gente; el de la voluntad general, ahí hubiera quedado fehacientemente prescrito el 10 de abril del 2022, día de la jornada del proceso de la revocación del mandato.

Por eso son culpables, y de otras cosas más, del desastre del país, de lo que tanto se quejan, exclaman y condenan. Hay culpables activos y pasivos. Ellos son los activos porque hicieron todo lo que estuvo a su alcance para convencer a la gente que no saliera a votar en esa figura político constitucional de la revocación del mandato. Y son culpables pasivos los que, haciendo caso de esto y otros por indolencia, no fueron a votar, viviendo en la comodidad y plácidamente, en la fiesta, en la distracción, en la comodidad de su casa, en los bares, “en el desmadre” como dicen en el barrio. Sin embargo, los seguidores del presidente, a los que se desdeña y critica, si salieron a votar, si se quiere adoctrinados, ideologizados o por dadivas, pero cumplieron asistiendo a votar, y los dejaron solos; esto es, que solo ellos decidieran el futuro del país, con las consecuencias que se están viviendo, y de las que tanto se quejan.

No sabemos cuál hubiera sido el resultado si la gente hubiera votado. Si el presidente hubiera acatado o no los resultados de la consulta que él mismo promovió; pero de haberle sido adversos y no acatar la decisión, desde su temprano gobierno, hubiera quedado totalmente deslegitimado, desacreditado y severamente criticado y cuestionado. Pero ante lo escaso de la votación y los votos con que ganó, si todo mundo hubiera salido a votar, o por lo menos los que votaron en la reciente elección, considero que hubiera ganado la revocación del mandato.

Lo hizo con una votación favorable, según datos del INE, de los 16, 502, 636 (17, 7785%) votos emitidos el día de la jornada del proceso de la revocación del mandato, de 15, 159, 323 (91.8600%) para que continuara con el mandato y 1, 063, 209 (6.4426%) en favor de que se revocara el mandato, en tanto que hubo 280, 104 (1.6973%) papeletas anuladas. Pero al final del día, me parece que fue un modesto triunfo comparado con el que supongo esperaban, el cual seguramente no hubiera sucedido, si, por el contrario, todos hubieran promocionado y predicado el voto masivo para revocar el mandato. Y digo un modesto triunfo, porque, de conformidad con el universo del padrón electoral que en ese año era de 92, 823, 216 ciudadanos, solo participó el 17, 7785%. Ahí están los datos duros; la estadística del INE. Y si a eso le restáramos el número del acarreo que, de acuerdo con muchos de los mensajes, videos e imágenes que circularon por algunos medios de comunicación, en las redes sociales y en los grupos que forma la gente mediante su aparato telefónico, pues entonces sería menor el resultado que realmente se tuvo.

Si en lugar de haber hecho campaña para inhibir el voto (lo cual se reflejó claramente en el insignificante número de votos emitidos por la revocación del mandato, resultado de esa campaña de la no participación), lo hubieran hecho para promocionarlo en favor de la revocación del mandato, quizá “otro gallo nos cantaría”, hoy. Pero no, se dejó ir una oportunidad. Y aun así inhibiéndolo, después de la celebración de dicho proceso y a estas alturas, ¿qué beneficio tangible se tuvo?, porque no se ve. El mecanismo constitucional no solo está establecido, sino que se tuvo a la mano y no se aprovechó. Se dejó pasar. Se quedó en el deplorable “dejar hacer, dejar pasar” político.

El país es nuestra casa común. Urge e importa mucho reconstruir el tejido político social para buscar nuevamente la reconciliación, la armonía, la confianza y la unidad nacional tan necesaria para el progreso, el desarrollo, la paz y el bienestar de todos en un marco sano y generoso de libertad, estado de derecho y democracia. Y esa es tarea y trabajo de todos.

Al margen de la tarea y de todo el trabajo que tengamos que hacer todos los mexicanos, porque a todos nos importa; así como lo que obligadamente tienen las instituciones públicas, privadas y sociales; los partidos políticos; las organizaciones sociales y la sociedad civil en general, porque México somos todos, la esperanza está también en que la presidenta de la República, en momentos de conciencia y reflexión, vea, sopese, dialogue, consense y facilite el camino y los mecanismos para reconstruir el país.

En este punto de partida que hoy inicia el país, espero que no solo sea una ilusión óptica, veo aparecer a lo lejos una tenue luz tintinar en la obscura noche. Ojalá se real.

La esperanza está en la presidenta de la República.

Manuel Cifuentes Vargas Doctorante en Derecho por la UNAM.

1 – octubre – 2024