Armando Alfonzo Jiménez / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México

Vale la pena hacer un llamado a fomentar el civismo. Una manera de hacerlo es conocer más a la Constitución: que todos sepamos cuáles son todos nuestros derechos y nuestros deberes, cuáles son las competencias y los límites de las autoridades

Una Constitución es la ley suprema de una nación, en la que se estructura a todo el Estado, se establece el régimen de derechos fundamentales y sus mecanismos de protección, así como se definen los principios y valores que caracterizan al sistema democrático.

Sin lugar a duda, una conmemoración resulta muy útil para recordar de dónde vinimos y hacia dónde nos dirigimos.

El 5 de febrero, la Constitución mexicana cumple 108 años de haber sido expedida, ley fundamental que recogió en gran medida la concepción liberal de la Carta Magna de mediados del siglo XIX y que, por primera vez en la historia de la humanidad, incorporó derechos de los menos favorecidos de la sociedad: la primera declaración de derechos sociales en el mundo.

En la Ciudad de Querétaro, los constituyentes de 1917 apostaron por un nuevo proyecto de Nación, en la que hubiera menos
desigualdades sociales y económicas.

Lamentablemente, hasta el día de hoy, prevalece ese anhelo, todavía no cumplido, de la justicia social. 

Desde su publicación a la fecha, nuestro máximo ordenamiento jurídico ha sido objeto de múltiples reformas o adiciones, unas afortunadas y otras que no lo son. El texto de la ley suprema ya es muy distinto al de su origen: es más extenso, ha variado en muchos aspectos su contenido e, incluso, se prevén tensiones entre algunos de sus preceptos. 

Durante mucho tiempo, en la doctrina constitucional, ha prevalecido la idea de que la Constitución se divide en dos partes; la dogmática y la orgánica. Esto ya no es así. Encontramos cuestiones de organización y funcionamiento de las instituciones en el apartado de los derechos y viceversa.

Es más pertinente hacer alusión a contenidos y no sólo los hay respecto de derechos o estructura del poder público. Hay también otros como, por ejemplo, las garantías procesales y no jurisdiccionales, el contenido económico, entre otros.

En ocasión de un aniversario más de nuestra ley fundamental vale la pena hacer un llamado a fomentar el civismo.

Una manera de hacerlo es conocer más a la Constitución: que todos sepamos cuáles son todos nuestros derechos y nuestros deberes; cuáles son las competencias y los límites de las autoridades y qué debe cumplir el poder público para que esté al servicio de todos los habitantes de la República.

En el máximo ordenamiento jurídico del país se plasman las aspiraciones más preciadas del pueblo, los valores que nos dan identidad, el marco normativo que nos posibilitará un mayor desarrollo como país, así como los derechos y las garantías para concretar en la realidad una vida digna y más justa.

POR ARMANDO ALFONZO JIMÉNEZ / CONSTITUCIONALISTA / @ARMANDOALFONZO