Por Iván Arrazola. Publicado en ContraRéplica.

El primer debate entre Kamala Harris y Donald Trump representó un soplo de aire fresco en el proceso electoral de Estados Unidos, que hasta entonces había estado marcado por dos políticos de avanzada edad, cuyas propuestas se habían vuelto poco atractivas. Ambos candidatos se encontraban enfrascados en una disputa centrada en la salud mental de Bideny en la figura de un candidato que ha contribuido a polarizar aún más a la sociedad estadounidense como lo es Donald Trump.

Desde el inicio del debate, quedó claro que Kamala Harris tenía una estrategia bien definida: confrontar a Donald Trump y llevarlo a un terreno donde el veterano candidato tendría pocas posibilidades de salir bien librado. Al comenzar el encuentro, Harris se acercó a Trump para estrecharle la mano, y aunque el candidato republicano intentó evitar el gesto, no tuvo más opción que corresponder al saludo de la demócrata.

Lo más destacado de este primer enfrentamiento fue la capacidad de Kamala Harris para responder con firmeza a cada uno de los cuestionamientos de Donald Trump. El tema más relevante fue, sin duda, la migración. Cuando Trump lanzó sus primeros ataques, acusando que la situación migratoria estaba fuera de control, Harris respondió de inmediato, señalando que Trump había bloqueado una iniciativa clave, instando a los legisladores a votar en contra de la medida «porque prefería proteger su candidatura en lugar de resolver el problema». Este fue un momento crucial, ya que el candidato republicano quedó atrapado en una repetición de sus argumentos, mientras Harris lo dejó prácticamente sin respuestas.

Esto llevó a que Trump cometiera un desliz cuando afirmó que los migrantes en Springfield, Ohio, «se están comiendo a los perros, a los gatos y a las mascotas de la gente que vive allí. Esto es una vergüenza». La declaración fue tan controvertida que los moderadores intervinieron para señalar que no había denuncias de desaparición o muerte de mascotas en esa localidad en particular. Ante esto, Trump se vio obligado a aclarar que era lo que le había dicho «la gente». Mientras tanto, Harris respondió con ironía, diciendo: «Hablando de extremos».

Durante el debate, quedó claro que la estrategia de Trump no funcionó. Acostumbrado a dirigirse a audiencias favorables y a evitar cuestionamientos, Trump llegó al debate confiado en que Harris sería una rival manejable, a quien podría envolver con su discurso polarizador. Sin embargo, la realidad fue otra: Harris respondió de manera precisa a cada uno de sus ataques, y con su lenguaje corporal desmintió muchas de las afirmaciones del candidato, mostrando control y dominio en todo momento.

Un momento clave del debate fue cuando Donald Trump afirmó que Kamala Harris representaba la continuidad de las políticas de Joe Biden, diciendo: «Recuerden esto, ella es Biden». Ante esta declaración, Harris respondió con firmeza: «Claramente, no soy Joe Biden. Tampoco soy Donald Trump. Soy una nueva líder para dirigir el país». Esta frase resultó determinante en el desarrollo del debate, pues dejó claro a Trump que se enfrentaba a una candidata decidida a forjar su propio camino, una política independiente que no está atada a ninguna figura y que está construyendo su propio proyecto.

Esas palabras reflejan cómo debe ejercerse el poder político: con independencia y autonomía dentro de un proyecto. Son las personas quienes deben determinar el rumbo de un país, más allá del hecho de que Joe Biden se haya retirado de la contienda demócrata y haya dado su respaldo a Harris. Ella está construyendo su propio proyecto, sin permanecer bajo la sombra de nadie.

Trump se mostró evasivo cuando se le preguntó si se arrepentía de lo ocurrido el 6 de enero de 2020, durante el asalto al Capitolio. Su respuesta fue: «Les pedí a esos manifestantes que acudieran ‘de manera pacífica y patriótica'». Inicialmente habló en plural, pero luego corrigió: «Nosotros no… Este grupo de personas ha sido tratado muy mal». Por su parte, Kamala Harris fue contundente al referirse al mismo incidente: «Yo estuve en el Capitolio el 6 de enero. Ese día, el presidente de los Estados Unidos incitó a una turba violenta a profanar la capital de nuestra nación. Ciento cuarenta agentes de seguridad fueron heridos, y algunos perdieron la vida. El expresidente ha sido imputado y juzgado por esa misma razón».

Al cierre del debate, quedó claro que la estrategia de Trump había fracasado. Esto lo llevó, tras el evento, a comparecer ante los medios, alegando que los moderadores habían tenido una actuación sesgada. Por su parte, Harris afirmó en el cierre del debate: «Seré una presidenta para todos los estadounidenses», y destacó la importancia de «pasar la página», refiriéndose a la necesidad de dejar atrás la polarización generada durante la era Trump.

Esta parte de su discurso es fundamental, ya que plantea una nueva visión de la política. Lo que ocurra en los próximos meses en la política estadounidense tendrá repercusiones importantes a nivel global, pero lo que Harris demostró es que es posible hacer política sin mentir, sin dividir, y enfocándose en construir puentes en lugar de fomentar la confrontación, lo cual constituye un ejemplo de renovación política.

Iván Arrazola es analista político e integrante de Integridad Ciudadana A. C. @ivarrcor @integridad_AC