Por Stephen D. Morris. Publicado en La Silla Rota.
El reto de Biden y la corrupción de EEUU
La derrota de Trump en la elección es un paso importantísimo, pero hasta cierto punto solo regresa el país a donde se encontraba antes de Trump, y para entonces no era un gran momento. Por lo tanto, el gran reto de Biden no es solo sanar las lesiones (las divisiones, la polarización, problemas raciales, la corrupción de Trump y su familia) que hemos sufrido en estos cuatro años de pesadilla nacional, sino más bien enfrentar los problemas profundos y sistémicos que permitieron hace cuatro años la elección de Trump y encendió el Trumpismo. Tenemos que reconocer que Trump es solo un síntoma de un problema mucho más profundo.
Desde hace años, hay mucho descontento en EEUU por la corrupción estructural y sistémica. Hace tiempo las encuestas documentan claramente la creencia abrumadora de que el dinero de las corporaciones influye demasiado en las elecciones, que el gobierno sirve a los intereses de los ricos y no de la gente, y que el sistema es corrupto en sí. Incluso, en algunas encuestas los gringos consideran a su gobierno tan o más corrupto que los mexicanos con respecto a su gobierno (http://www.cscanada.net/index.php/css/article/view/10553/).
Esto explica en cierto sentido el ascenso de Trump, quien aprovechó estas opiniones y el descontento de la gente, posicionándose como alguien de afuera y salvador del pueblo. Él no solo denunciaba la corrupción y el control de las elites, y prometía abatir la corrupción y los intereses arraigados, recapturando el gobierno por la gente.
Por supuesto, Trump no cumplió con sus promesas. A pesar de sus grandes compromisos de campaña, no hizo una reforma al sistema de finanzas electorales, ni implementó controles sobre el cabildeo o la “puerta giratoria” (donde ejecutivos corporativos entran al gobierno y luego regresan); no terminó con las practicas legales de suprimir el voto o dibujar los distritos electorales para favorecer el partido del gobierno del estado (gerrymandering). En vez de hacer estos cambios, él, su familia y su equipo compuesto de empresarios se aprovecharon de su poder y de estas formas tradicionales de la corrupción.
Pero peor que la corrupción tradicional, Trump soltó en el país nuevas formas de corrupción; aprovechando su posición de forma inédito en la historia contemporánea para canalizar fondos públicos a sus negocios particulares y utilizar la política para beneficio de sus negocios; al mismo tiempo, utilizó su poder para debilitar los pesos y contrapesos contra el abuso de poder ejecutivo. Despidió a varios inspectores generales (como Órganos Internos de Control) encargados de investigar irregularidades; rechazó las investigaciones de parte del Congreso negando los órdenes legales para que su gente comparezca para rendir cuentas; utilizó la fiscalía para protegerse e investigar a sus detractores; exigió lealtad en vez de análisis y recomendaciones profesionales en la burocracia; entre otras cosas. Al mismo tiempo, Trump hostigaba constantemente a los pesos y contrapesos verticales contra la corrupción, incluso los medios y las elecciones. Y sigue sus esfuerzos de deslegitimizar las elecciones, la institución central de una democracia.
Por lo tanto, Biden está ante un gran reto. Si no enfrenta y resuelve los problemas que permitieron el alza del fenómeno de Trump, entonces el país volverá de enfrentar a otros demagogos en el futuro como Trump: la historia se repetirá. El trabajo será muy pesado y en realidad irá en contra de la corriente y los intereses de los Republicanos y, quizá, de la mayoría de los Demócratas, incluso Biden.
Un buen inicio sería, empezar por promover la propuesta de reformas anticorrupción introducida en el Congreso por la Senadora Elizabeth Warren en 2018 y apoyada por el ala progresista que enfrenta las finanzas electorales y el cabildeo (https://www.vox.com/2018/8/21/17760916/elizabeth-warren-anti-corruption-act-bill-lobbying-ban-president-trump); así como la propuesta de 2020 para acotar los poderes presidenciales (ver https://www.nytimes.com/2020/09/23/us/politics/democrats-government-overhaul-trump.html). También es necesario crear una nuevo Comisión Federal Electoral (FEC), que se ha caracterizado como una amenaza a la democracia en lugar de monitorear las campañas y elecciones (https://www.brennancenter.org/our-work/policy-solutions/fixing-fec-agenda-reform); de alguna manera, Biden tiene que transformar la manera de dibujar los distritos electorales, quitándole control a los políticos del proceso y creando un sistema que hoy sobre representa por mucho a los Republicanos; el campo y los estados de menos población; además de introducir mecanismos para que la gente se sienta representada, no ignorada. Dicho de otro modo, Biden tiene que profundizar en los procesos democráticos en el país y “des-oligarcarlo”. Y eso, no será nada fácil.
Además de enfrentar la corrupción tradicional, tiene que arreglar los problemas que soltó a la vista las prácticas corruptas de Trump. A pesar de la larga práctica y las tradiciones respetadas por sus predecesores, Trump ha revelado como un presidente si puede abusar de su poder si quiere. Por eso, Biden tiene que promover reformas para blindar la fiscalía general de los intereses políticos del presidente; tiene que prevenir que el presidente pueda despedir a los inspectores generales por razones de protegerse de las investigaciones; tiene que prevenir que el presidente utiliza su poder para canalizar fondos no solo a sus propios negocios, sino también a las campañas electorales de miembros de su partido en el congreso, así controlando los políticos que deberían ofrecer un contrapeso al poder ejecutivo.
Sin duda representa un gran reto y es contra intuitiva. Por lo general, es imposible que los políticos busquen reformar el sistema que sirve a sus intereses. Además de depender del dinero para ganar sus elecciones, ellos también están cortados de la misma tela de los ricos y les convienen las políticas públicas que favorece a los ricos y contribuye a la creciente desigualdad socioeconómica.
Pero si no lo hacen, entonces están condenando al país no solo a seguir con la corrupción de antes, sino a volver a enfrentar a alguien como Trump en el futuro. Así, la elección de Biden está dando a los Estados Unidos una oportunidad histórica. Ojalá la pesadilla de Trump despierte a la gente y la elite; que reconozcan la urgencia de los cambios necesarios. O cambiamos por medio de las reformas necesarias para pasar de un país de oligarcas a uno democrático y representativo, o enfrentaremos las consecuencias. Porque justamente ese es el reto; ni Biden ni nosotros podemos regresar al pasado para seguir como antes. Tal opción ya no existe.
Dr. Stephen D. Morris
Investigador y Coordinador del Laboratorio de la Documentación y Análisis de la Corrupción y la Transparencia, UNAM, y Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @sdmorris4 @integridad_AC http://www.integridadciudadana.org.mx/