Por Manuel Cifuentes Vargas. Publicado en Integridad Ciudadana.

Bravatas, pleitos y peleas entre políticos al estilo callejero, donde se vale de todo, destruyen el país. Incendiaron la casa de todos los mexicanos. Las pugnas y reyertas políticas están al día y al rojo vivo por parte de los actores políticos. Estos altercados y diferencias deberían ser dirimidas entre los mismos políticos; y no dirigirlas contra las instituciones. Que culpa tienen las instituciones de sus resentimientos, animadversiones, desencuentros y malestares. Como dice coloquialmente el pueblo “agárrense del chongo” entre ustedes, pero “no se lleven entre las patas” al país y a la gente por sus antipatías políticas e ideológicas. Con su conducta y acciones han sumido al país en la obscuridad. Estamos viviendo la más obscura noche del país; una negra noche donde no se ve una luz y está llena de incertidumbre.

Todavía está muy fresco, apenas hace muy contados años, en que anduvo pululando la idea entre algunas de las entidades federativas de separarse del Pacto Federal por los desencuentros político, económico y sociales con el Gobierno Federal; y hoy, por lo mismo, ante esta vorágine de acontecimientos políticos que estamos viviendo, ya revivió otra vez esta idea entre algunos estados. Cuidado, esto no es bueno. Es nocivo para el país.

Trátese de lo que se trate, no podemos poner en riesgo la integridad del país solo por aversiones políticas. El país es primero y de todos, y se tiene que privilegiar la prudencia; buscarse necesariamente los acuerdos y la armonía política. No por animosidades, radicalismos y la falta de dialogo y consensos, vamos a incendiar la pradera para que se desgaje el país. Se tiene que entrar en razón. La sinrazón nos afecta y perjudica a todos. Queramos aceptarlo o no, de una u otra forma, todos saldremos perdiendo. Y más temprano que tarde el país se los reclamará y condenará. Pasarán a la historia como la peor generación política del país. La de una clase política, que no tuvo clase. La historia no perdona y a veces hasta borra de los anales. Hagan un sensato compás de espera y procuren un dialogo maduro y sin sentimentalismos.

Ahora los desencuentros que crispan más los ánimos y hostilidades políticas, ya no solo es por la reforma judicial, sino también por quitarle a la Suprema Corte de Justicia de la Nación su calidad y facultad de Tribunal Constitucional, para la revisión de reformas constitucionales, entre otros rubros.

En un santiamén, le están quebrando la espina dorsal al país, a la División de Poderes, al Poder Judicial y al constitucionalismo mexicano. Están echado a la basura dos siglos de historia. 200 años de verticalidad y progreso del constitucionalismo mexicano. Que terrible e increíble paradoja, que precisamente en el aniversario de los 200 años de la creación de la República; del Federalismo; de la promulgación del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana y de la primera Constitución Política del México independiente; de la creación de la División de Poderes; de la creación de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, así como del Poder Judicial; de la creación de los estados y del Pacto Federal, hoy se quiebre toda esta institucionalidad y bagaje político-jurídico, y prácticamente se sepulte a uno de esos poderes: el Judicial. Las propias entidades federativas al aprobar sus Congresos esta reforma, se están haciendo el harakiri, pues no han visto que se está mutilando la soberanía de los estados al quitarles su propio derecho y facultad de controvertir, a través de los mecanismos constitucionales, cualquier reforma a la Constitución cuando se vulnere su libertad y soberanía.

Uffff, ahora si deveras para la historia negra del país. Deveras que esto era Impensable y menos impronunciable en nuestro tiempo político constitucional democrático. Como dice coloquialmente el pueblo; “no marchen”, por no decir otra palabra, lo que estamos viendo no era una película de fantasía política, sino la realidad política salida de las más amargas hieles políticas humanas. De las venganzas y desquites a filosos machetazos limpios. Una carnicería política a mansalva.

Si ahora en este otro episodio le quiebran la columna vertebral al Poder Judicial y desaparecen al Tribunal de Justicia Constitucional, como protector de la Constitución, que es la antesala de la verdadera protección constitucional, entonces se estará dando pauta para que los ciudadanos asuman su papel, como última instancia, de protectores de la Constitución, que podría generar la desobediencia civil, la cual se puede desdoblar en muchos rubros; una revolución civil para restablecer el orden constitucional. Probablemente no se perciba, pero los ánimos políticos en la gente no están tersos, están ásperos y calientes. No hay que estirar mucho la liga. Hago un llamado a la reflexión y al juicio.

En el último título de la Constitución, que es el noveno, dedicado a la inviolabilidad de la Constitución, y también en su último artículo ordinario, que corresponde al 136, dice lo siguiente: “Artículo 136. Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia.  En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella  y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, , serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta.”

Este tipo de movimientos sociales no son nuevos, se han dado en el tiempo y en todas las latitudes, y toda vez que se han considerado legítimos defensores de la Constitución, por eso ha habido constituciones pasadas y presentes que contienen una cláusula al respecto y la propia doctrina también lo ha estudiado. Sirva solo como ejemplo citar al constitucionalista Carl Schmitt, quien en su obra “La Defensa de la Constitución”, al estudiar algunas constituciones que contemplaban ese derecho a los ciudadanos de proteger a la Constitución, así como la doctrina al respecto, escribe que “… en algunas Constituciones se expresa cuando confía la defensa de la Constitución al celo de todos los ciudadanos. Ahora bien, de ahí solamente resulta un derecho general a la desobediencia y, en último término, a la resistencia pasiva y hasta activa, lo que también se ha denominado <<derecho revolucionario en caso de necesidad>>. Esta es la razón de que  en ciertos tratados sistemáticos, el derecho de resistencia aparezca  como una extrema garantía de la Constitución, para cuya protección y defensa debe servir. Sin embargo, la función constitucional del protector de la Constitución radica precisamente en suplir y hacer superfluo este general y eventualísimo derecho a la desobediencia y a la resistencia. Sólo entonces puede decirse que existe un protector de la Constitución, conforme al espíritu de las instituciones.” 

No podemos pasar por alto que en todo caso, el cambio o modificación de estas decisiones pilares que constituyen los cimientos y el andamiaje estructural del Estado Constitucional Constituido, corresponde a la soberanía originaria al través del Congreso Constituyente Originario, que en un momento dado podría llegar incluso hasta el extremo de hacer un cambio en la forma de Estado y de Gobierno mediante la expedición de una nueva Constitución, porque éste, con esa dimensión, carácter y calidad suprema puede hacer todo y de todo si fuera el caso; pero no un Congreso Constituyente Permanente que fue creado con ciertas limitaciones. El Poder Constituyente Permanente, está ideado y hecho para actualizar y modernizar a la Constitución promulgada por el Poder Constituyente Originario, de acuerdo con las circunstancias que va demandando el tiempo, pero no trastocarla en su espina dorsal; es decir, la que tiene y mantiene erigido y erguido al Estado Constitucional de Derecho Democrático.

Yo considero que, al través de un dialogo y acuerdo nacional, lo más sano y sensato, es restablecer el orden constitucional. De no hacerlo así, yo quiero advertir que “se está jugando con fuego” y se corren riesgos. Hago un llamado a la prudencia, a la concordia y a la moderación. Suplico que no maten a México.

. Schmitt, Carl. La defensa de la Constitución. Editorial Tecnos, S. A. 2ª. Edición en la Colección <<Semilla y Surco: Serie de Ciencia Política>>. España. 1998. PP. 55 y 56.